El Festival de los Colores



Había una vez un niño llamado Tarek que vivía en un barrio donde todos venían de diferentes partes del mundo. Su mejor amiga, Mei, había llegado de China, y su vecino, Ahmed, era de Egipto. Juntos, compartían historias sobre sus culturas, comidas y tradiciones.

Un día, mientras jugaban en el parque, Mei tuvo una idea brillante.

"¡Tarek! ¿Qué te parece si hacemos un festival en el barrio para celebrar nuestras diferencias?" - sugirió con una sonrisa.

"¡Sí! Eso sería increíble! Pero, ¿cómo lo organizamos?" - respondió Tarek, entusiasmado.

Ahmed se unió a la conversación.

"Podemos hacer una gran fiesta. Cada uno trae algo típico de su país. Así los demás pueden probar nuestras comidas y conocer nuestras tradiciones." - propuso Ahmed.

"¡Eso sí! También podríamos hacer juegos tradicionales de cada país!" - agregó Mei.

Con el entusiasmo a mil, comenzaron a planear el festival. Tarek se ofreció a hacer una comida típica argentina, Mei prepararía dumplings y Ahmed cocinaría koshari. Pero necesitaban más ideas e invitados.

"Vamos a invitar a todos los amigos del barrio. ¡Mientras más, mejor!" - dijo Tarek.

Entre risas y carreras, los tres amigos fueron casa por casa, invitando a sus vecinos. Pronto, el barrio se llenó de emoción y participación. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha, comenzaron a surgir complicaciones.

"Oye, Tarek, ¡no puedo encontrar los ingredientes para el koshari!" - se preocupó Ahmed.

"No te preocupes, veamos qué podemos hacer para conseguirlos juntos." - le respondió Tarek, decidido a ayudar.

Mei, que también tenía sus desafíos, empezó a dudar.

"No sé si los dumplings quedarán bien. Nunca lo he hecho para tantas personas. Puede que no salgan como quiero." - dijo con una pizca de tristeza.

Tarek y Ahmed la miraron con aliento.

"No te preocupes, Mei. Lo importante es que lo hagas con amor. ¡Y nosotros te ayudaremos!" - dijo Tarek, levantando el ánimo de su amiga.

Así, los días previos al festival se transformaron en viajes a mercados buscando ingredientes, pruebas de cocina y risas, mientras más amigos se unían a la propuesta. Todos querían ayudar, así que compartieron sus recetas y unieron sus fuerzas. Hasta la señora Rosa, una vecina con mucho conocimiento en cocina, se ofreció a ayudar a Mei.

El gran día llegó. El parque estaba decorado con banderines de colores, y las mesas estaban llenas de comidas deliciosas de distintas partes del mundo. Todos los vecinos llegaron emocionados a disfrutar de un día lleno de alegría.

"¡Wow, miren toda esta comida!" - exclamó Ahmed, mirando la mesa.

"¡Esto va a ser maravilloso! No puedo esperar a que todos prueben mi koshari!" - dijo Ahmed mientras sonreía.

"¡Y mis dumplings!" - gritó Mei, muy emocionada.

El festival comenzó con juegos tradicionales. Había una carrera de sacos, una búsqueda del tesoro y hasta un concurso de danzas. La risa y la diversión eran contagiosas. La comunidad se unió como nunca antes, y todos, sin importar de dónde venían, se sentían parte de algo especial.

Al final del día, cuando todos estaban llenos y felices, Tarek miró a Mei y Ahmed.

"Esto fue increíble. Nunca pensé que podríamos conectar a tanta gente. Solo por creer en nuestras diferencias y celebrarlas, ¿no es genial?" - dijo Tarek, sonriendo.

"¡Sí! Deberíamos hacerlo todos los años!" - sugirió Mei.

"Totalmente de acuerdo! Cada año, una nueva aventura." - concluyó Ahmed.

Y así, el barrio aprendió que las diferencias no solo hacen que cada uno sea único, sino que también pueden unir a las personas de maneras sorprendentes. Desde aquel día, el festival de los colores se repitió año tras año, celebrando la diversidad y la amistad, creando recuerdos que durarían para siempre.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!