El Festival de los Colores de Paucartambo



En la mágica serranía de Paucartambo, donde las montañas se abrazaban al cielo y los ríos cantaban al pasar, un pequeño pueblo se alistaba para celebrar su querido Festival de los Colores. Este festival era muy especial, porque no solo celebraba la diversidad de la cultura de los pueblos andinos, sino también la diversidad de las personas que vivían allí.

El protagonista de nuestra historia es Lucas, un niño de 11 años que siempre llevaba consigo una cámara para capturar los hermosos paisajes y la vida cotidiana de su pueblo. Lucas era diferente a los demás: tenía una pierna protésica que le permitía caminar, pero a veces sentía que no encajaba del todo con sus amigos. A menudo, su silla de ruedas quedaba relegada en un rincón, mientras ellos corrían y jugaban.

Un día, mientras presentaban los planes del festival en la escuela, la maestra Clara, una apasionada de la inclusión, les dijo a sus alumnos: "Este año, queremos que el festival sea un espacio donde todos puedan participar, sin importar sus habilidades. ¡Queremos llevar a cabo un desfile donde cada uno muestre su talento!".

- “Pero, ¿y si algunos no pueden participar como lo hacen los demás? ” - preguntó Ana, una chica con un don para la danza.

- “¡Justamente es eso lo que queremos! Todos podemos mostrar lo que hacemos, a nuestra manera”, respondió la maestra con una sonrisa.

Lucas sintió que su corazón latía más rápido. "¿Podría participar con mi cámara?" - preguntó.

- “¡Claro que sí! Tu talento es contar historias a través de tus fotos. ¿Por qué no creas un álbum que muestre nuestros colores y talentos?" - animó Clara.

Con esa idea en mente, Lucas se puso a trabajar. Se paseó por el pueblo, capturando a sus amigos desde la perspectiva de su cámara. Logró fotos de Ana practicando su danza, de Diego haciendo malabares, y de Sofía mostrando sus increíbles habilidades de pintura. Lucas se sintió respirando más aliviado; al final, no necesitaba correr para ser parte del Festival.

El día del festival, todo el pueblo se reunió. Las calles estaban llenas de colores, música y sonrisas. Pero al mirar a su alrededor, Lucas notó que había un niño llamado Martín que estaba sentado solo, sin atreverse a unirse a los demás. Martín, que solía ser un prodigio del trombón, había dejado de tocar porque se sentía diferente. Alguna vez había sido el centro de atención, pero cada vez que trataba de participar, otros se reían de él por su timidez.

Lucas se acercó a Martín. - “Hola, me llamo Lucas. ¿Por qué no estás en el desfile? ”

Martín se encogió de hombros. - “No tengo ganas, no soy como ellos… no puedo hacer algo que me haga destacar.”

Lucas le sonrió. - “Sabés, ser diferente no significa que no puedas ser parte de algo increíble. ¡Deberías unirte a mí! Tu música puede ser la voz del festival.”

Martín lo miró, dudando. - “Pero… ¿y si se ríen de mí? ”

- “Lo importante no es si se ríen. Lo importante es que te diviertas. Solo tenés que intentarlo una vez. ¡Yo te grabo!" - dijo Lucas, emocionado.

Después de unos momentos de titubeo, Martín accedió a unirse. Lucas rápidamente organizó a algunos chicos de la plaza para que lo acompañaran en una pequeña presentación con su trombón. Finalizaron tocando una melodía alegre y, al principio, solo algunos curiosos se acercaron, pero al escuchar los sonidos melodiosos, más y más personas se congregaron, maravilladas.

El festival continuó, y mientras Lucas capturaba esos momentos en su cámara, también empezó a sentir que Martín iluminaba el ambiente. La gente aplaudía, sonriendo y disfrutando de la música. Al finalizar, Martín se lo dijo con sinceridad. - “Gracias, Lucas. Nunca pensé que podría sentirme tan feliz de tocar en público.”

- “Todos tenemos nuestro propio ritmo, nuestro propio color. Y lo más importante es disfrutarlo”, le respondió Lucas, sintiéndose orgulloso.

El Festival de los Colores concluyó con brillo y alegría. Lucas presentó su álbum fotográfico al pueblo y habló sobre la diversidad, la aceptación y la magia de la comunidad. Todos se unieron para expresar que cada uno tenía algo especial que aportar, sin importar sus diferencias. Martín, con su trombón, se había convertido en el símbolo del festival, incluso invitado por algunos para tocar de nuevo en otras ocasiones.

La historia de Lucas y Martín inspiró a otros niños a unirse y ser parte del festival, creando un ambiente donde todos se sentían felices de ser quienes eran. Mientras las luces del festival se apagaban, Lucas miró a su alrededor y comprendió que el verdadero color del festival provenía de la unión, la aceptación y el respeto por la diversidad.

Y así, al despertar en la serranía de Paucartambo, la alegría ardía en el corazón involucrando a cada niño, cada danza y cada nota musical, recordando que todos somos partes importantes de una hermosa historia.

.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!