El Festival de los Colores en Trinidad Campos
En el hermoso pueblo de Trinidad Campos, la llegada de las fiestas patrias siempre traía alegría y emoción. Todo el pueblo se llenaba de colores, risas y del aroma de la comida tradicional. Este año, la pequeña Sofía estaba más emocionada que nunca porque era su primer año como parte del equipo organizador del festival.
Sofía, una niña curiosa y llena de energía, había soñado con este momento desde que era pequeña. "¡No puedo esperar! Este año tendremos un concurso de disfraces y muchas sorpresas", les decía a sus amigos, Juan y Lila, mientras pintaban carteles para anunciar el evento.
"¿Qué tal si hacemos disfraces de animales autóctonos? Así entendemos más sobre nuestro entorno"-, sugirió Lila, entusiasmada. Sofía asintió con la cabeza, contenta por la idea.
Tras varias semanas de preparación, llegó el día del festival. El pueblo estaba decorado con banderas y guirnaldas, y el aire estaba lleno de música y risas. Sin embargo, justo antes de que comenzara el concurso de disfraces, una nube oscura apareció en el horizonte. Sofía se preocupó. "¿Qué pasa si llueve?"-
Juan, intentando calmarla, dijo: "No te preocupes, Sofía. Sabés que las nubes a veces se van tan rápido como vienen. ¡Vamos a hacer nuestra parte y disfrutar del festival!"-
Así que, con un poco de incertidumbre, el festival comenzó. Las familias de Trinidad Campos se presentaron en la plaza central, listos para ver la maravillosa exhibición de disfraces improvisados. Cada uno fue más ingenioso que el anterior. Un niño se disfrazó de flamenco, otro de cóndor, y hasta una madre y su bebé sorprendieron a todos con un disfraz de ballena y su cría. La plaza estaba llena de risas y aplausos.
De repente, una fuerte ráfaga de viento hizo volar algunos carteles y la música se detuvo. Todos miraron hacia arriba, asustados. Sofía se sintió aterrada. "¿Y si se arruina todo?"-
Pero entonces, escuchó una voz familiar. Era el abuelo de Juan, un anciano sabio y querido del pueblo. "No se preocupen, chicos. Las fiestas patrias se celebran en nuestros corazones, no en el cielo. Si persisten en su alegría, eso es lo que realmente importa"-, dijo con su voz tranquilizadora.
Sofía tomó una respiración profunda y miró a sus amigos. "Volvamos a bailar y a cantar. ¡No dejemos que el viento nos detenga!"-
Con renovada energía, comenzaron a bailar y a cantar. Al poco rato, el resto del pueblo se unió a ellos, creando una ola de energía positiva. La música volvió a sonar, y la fiesta renació como si nada hubiera pasado.
Mientras tanto, las nubes comenzaron a dispersarse, y un hermoso arcoíris llenó el cielo. Sofía sonrió, al darse cuenta de que los colores del festival eran como el arcoíris: siempre brillantes, incluso después de las tormentas.
Finalmente, llegó el momento del concurso de disfraces. Cuando los jueces estaban a punto de dar su veredicto, el abuelo de Juan se levantó. "Creo que todos los que están aquí hoy son ganadores, porque han divertido y alegrado a todos con su creatividad"-, proclamó.
La multitud estalló en aplausos. Al final, Sofía, Juan y Lila fueron galardonados por su disfraz de fauna autóctona. Sofía se sintió inmensamente feliz, no solo por el premio, sino por cómo todo el pueblo había podido unirse a pesar de las adversidades.
Al final del festival, bajo el cielo estrellado y con el dulce sabor de las empanadas en la boca, Sofía miró a sus amigos y dijo: "Hoy aprendí que la alegría es más fuerte que cualquier nube oscuras. Juntos podemos bailar en medio de la tormenta, ¡y eso es lo que hace el festival tan especial!"-
Y así, con corazones llenos de alegría, los habitantes de Trinidad Campos siguieron celebrando su cultura y su espíritu comunitario, sabiendo que el verdadero significado de las fiestas patrias no solo estaba en la celebración, sino en la unión que formaban.
Desde aquel verano, cada año, cuando llegaba el momento de las fiestas patrias, el pueblo recordaba la historia del festival y cómo, con felicidad y unidad, habían logrado superar cualquier obstáculo.
FIN.