El Festival de los Sonidos Mágicos
En un pequeño pueblo llamado Melodía, donde la música y la danza llenaban el aire, vivía una niña llamada Luna. Desde temprana edad, Luna había descubierto que cuando bailaba, todo a su alrededor cobraba vida. Los árboles parecían mecerse al ritmo de sus pies, y las flores danzaban con sus movimientos.
Un día, el pueblo anunció un gran festival llamado ‘Los Sonidos Mágicos’. Era una celebración que reunía a personas de todos los rincones para compartir música y baile. La noticia emocionó a Luna, quien decidió que este año quería presentar una danza especial.
- “¡Voy a crear una coreografía increíble, llena de alegría y color! ” - le dijo a su mejor amigo, Tomás.
- “Vas a necesitar que todos participen. ¿Cómo lo harás? ” - preguntó Tomás, curioso.
Luna se sentó a pensar. Se le ocurrió que podía invitar a sus vecinos a unirse y crear algo juntos. Fue así que recorrió el pueblo, tocando puertas y pidiendo a cada uno que aportara una idea.
Pasaron los días y Luna logró reunir a un grupo diverso: la anciana doña Clara, que tocaba el tambor; el joven Lucas, que hacía malabares; y la pequeña Sofía, que tenía una gran voz para cantar. Todos estaban emocionados, pero también algo nerviosos.
- “Pero, ¿y si no somos lo suficientemente buenos? ” - dijo Lucas, aprehensivo.
- “No se trata de ser los mejores, se trata de disfrutar al hacerlo juntos” - respondió Luna con una sonrisa.
Con cada ensayo, la magia del grupo fue creciendo. El tambor de doña Clara marcaba el ritmo, y Sofía llenaba el aire con su canto. Pero, a medida que se acercaba el día del festival, una tormenta inesperada azotó el pueblo la noche anterior. Todos estaban desalentados.
- “Tendremos que cancelar el espectáculo” - dijo doña Clara, triste.
- “No podemos rendirnos ahora” - exclamó Luna. - “La música y el baile siempre encuentran una forma de brillar, incluso en la tormenta.”
Así que, en lugar de rendirse, Luna propuso hacer un ensayo en el salón de la comunidad. Juntos, desafiaron la lluvia, y mientras bailaban, la música se convirtió en un ímpetu que ninguém pudo detener. La habitación se llenó de risas y energía positiva.
El día del festival amaneció despejado y todos estaban entusiasmados. Con el corazón latiendo, Luna y sus amigos se prepararon. Al llegar al escenario, se dieron cuenta de que el público estaba esperando expectante.
- “¡No se olviden de sonreír y disfrutar! ” - gritó Luna antes de que comenzara la presentación.
La música sonó, y Luna dio el primer paso. Todo parecía cobrar vida, el aire vibraba a su alrededor, y el público se dejó llevar. Todos habían disfrutado el proceso y se sintieron uno solo en el escenario. Al terminar, el aplauso resonó en el aire, como una lluvia de estrellas.
- “¡Lo hicieron! ¡Fue increíble! ” - gritó Tomás, abrazándolos a todos.
El festival culminó con fuegos artificiales, y cada uno de los participantes se sintió especial. Aprendieron que lo más importante no era ganar un premio, sino compartir momentos juntos, creando recuerdos inolvidables. Desde aquel día, el festival se celebró año tras año, y Luna siempre recordaba que cuando bailaba, miraban, sonaban, y juntos, bailaron hacia la felicidad.
FIN.