El Festival de los Sueños Estelares
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Progreso, donde todos los habitantes vivían felices y contentos. En este lugar, la alegría se respiraba en el aire y las risas de los niños llenaban cada rincón.
En medio del pueblo, se encontraba la escuela "Rayito de Sol", donde asistían todos los niños para aprender y divertirse juntos. Allí, entre los alumnos más destacados, se encontraban dos amigos inseparables: Martina y Juan.
Martina era una niña curiosa y creativa, siempre con una sonrisa en el rostro y dispuesta a ayudar a quienes lo necesitaran. Por otro lado, Juan era un niño valiente y astuto, que nunca dudaba en enfrentarse a cualquier desafío que se le presentara.
Un día, mientras jugaban en el patio de la escuela, Martina y Juan vieron algo extraño en el cielo. Era un cometa brillante que parecía acercarse cada vez más al pueblo.
Los niños sintieron curiosidad y decidieron seguirlo para descubrir a dónde los llevaría. El cometa los guió hacia un bosque mágico que nunca antes habían explorado.
A medida que avanzaban entre los árboles centenarios, notaron que el bosque estaba lleno de criaturas fantásticas: hadas danzantes, duendes traviesos y animales parlanchines. De repente, el cometa se detuvo sobre un árbol muy especial cuyas ramas brillaban con una luz dorada.
Martina y Juan subieron rápidamente por el tronco hasta llegar a la copa del árbol, donde encontraron una sorpresa increíble: ¡una estrella fugaz atrapada entre las ramas!"¡Qué maravilla! ¡Es una estrella fugaz!", exclamó Martina emocionada. "Sí, pero parece triste", observó Juan con preocupación.
La estrella les contó que había perdido su brillo porque había olvidado cuál era su sueño más grande: iluminar los corazones de las personas con esperanza y alegría. Los niños sintieron compasión por la estrella fugaz e inmediatamente buscaron la forma de ayudarla a recuperar su brillo.
Fue entonces cuando recordaron las palabras sabias de la maestra Miranda: "El verdadero progreso no solo consiste en avanzar hacia adelante, sino también en recordar quiénes somos realmente".
Martina tuvo una idea brillante: organizaron un festival de sueños en todo el pueblo para recordarle a la gente la importancia de perseguir sus deseos más profundos. Cada habitante compartió sus sueños con entusiasmo y juntos crearon un ambiente lleno de magia y positividad.
Poco a poco, la estrella fugaz comenzó a recuperar su brillo al ver cómo las personas volvían a creer en sí mismas y trabajaban juntas para alcanzar sus metas. Al final del festival, la estrella resplandecía con fuerza renovada gracias al poder de los sueños compartidos.
"¡Gracias por recordarme quién soy realmente! Ahora puedo volver al cielo para seguir iluminando el camino de aquellos que buscan esperanza", dijo la estrella fugaz antes de elevarse lentamente hacia lo alto.
Martina y Juan regresaron al pueblo junto con todos los habitantes llenos de gratitud por haber vivido esa experiencia única e inolvidable. Desde ese día, Progreso se convirtió en un lugar aún más especial donde cada persona seguía adelante persiguiendo sus sueños sin perder nunca su esencia ni olvidar quiénes eran realmente.
Y así fue como Martina y Juan aprendieron que el verdadero progreso está no solo en avanzar hacia adelante sino también en recordar siempre quiénes somos realmente.
FIN.