El Frappé de las Ideas
Era un hermoso día soleado en un pequeño y acogedor restaurante de la ciudad. En la mesa de la esquina, Leonardo Da Vinci, el famoso pintor e inventor, se encontraba disfrutando de un delicioso frappé de chocolate. Frente a él, estaba Michel de Montaigne, un pensador francés conocido por sus ensayos sobre la humanidad y la vida.
"Michel, este frappé es una combinación perfecta de sabores, como una obra de arte bien equilibrada", dijo Leonardo, mientras saboreaba la bebida.
"¡Así es, Leonardo!", respondió Montaigne con una sonrisa. "Es como escribir un ensayo: cada palabra debe tener su lugar y su sabor, al igual que los ingredientes de esta bebida".
Mientras charlaban animadamente sobre arte y literatura, un niño llamado Lucas, que estaba sentado en la mesa de al lado, no podía evitar escuchar. Lucas tenía un cuaderno en su mano y estaba dibujando fervorosamente. Sin embargo, se notaba que se sentía un poco frustrado.
Leonardo notó la expresión en el rostro de Lucas y decidió acercarse.
"Hola, joven artista. ¿Qué estás dibujando?" preguntó con curiosidad.
Lucas miró hacia arriba, un poco sorprendido.
"Estoy intentando dibujar un dragón, pero no me sale como quiero...", respondió con un suspiro.
Montaigne, escuchando la conversación, decidió intervenir.
"Pero lo más importante es que estás intentando, Lucas. A veces las mejores ideas surgen de los intentos que parecen fallidos", dijo, animando al niño.
"Sí, eso es cierto", añadió Leonardo. "Cada boceto es el primer paso hacia una obra maestra. ¿Por qué no nos muestras lo que has hecho?"
Con un poco de timidez, Lucas le enseñó su dibujo a los dos grandes pensadores. Era una imagen llena de color, pero los rasgos del dragón no estaban del todo claros.
"¡Es un muy buen comienzo!", exclamó Leonardo. "El dragón tiene un brillo especial en sus alas. ¿Qué tal si utilizas un poco de azul para darle más vida?"
Lucas se brilló los ojos y asintió con entusiasmo.
"Y recuerda", continuó Montaigne, "cada artista tiene su propio estilo. No te compares con los demás. Eres único y eso es lo que hace tu arte especial."
Mientras Lucas regresaba a su dibujo, Leonardo y Montaigne compartieron algunos pensamientos sobre la creatividad.
"A veces tengo miedo de que mis ideas no sean perfectas, Leonardo", confesó Montaigne.
"Eso es natural, amigo mío. La búsqueda de la perfección puede ser abrumadora, pero recuerda que la imperfección es lo que nos hace humanos", respondió Leonardo.
Poco después, Lucas les mostró su dibujo modificando algunas cosas, y el dragón comenzó a cobrar vida. Ambos grandes pensadores se miraron impresionados.
"¡Eso es! ¡Ahora puedes ver cómo el arte puede transformarse! ”, dijo Leonardo emocionado.
"Y recuerda siempre disfrutar del viaje de crear, no solo del resultado final", añadió Montaigne.
Lucas sonrió con felicidad, y comenzó a plasmar nuevas ideas en su cuaderno, inspirado por sus nuevas amistades.
Acabaron su frappé y se despidieron de Lucas, invitándolo a no dejar de crear.
"Recuerda, la creatividad no tiene límites", dijo Leonardo.
"Y cada palabra y cada trazo que hagas son unos pasos hacia la comprensión de ti mismo y del mundo", concluyó Montaigne.
Aquella tarde se convirtió en una memorable historia, no solo por el frappé, sino por la forma en que la conversación de dos grandes pensadores pudo inspirar a un niño a seguir sus sueños y nunca rendirse en su camino creativo.
Desde entonces, Lucas siguió dibujando y nunca olvidó las palabras de sus amigos Da Vinci y Montaigne. Cada vez que tomaba un frappé, recordaba que las grandes ideas a veces provienen de un simple comienzo. Y así, un pequeño dragón se convirtió en el símbolo de su valentía y creatividad.
El café siempre estaba lleno de historias inspiradoras, y esa era solo una de ellas.
FIN.