El frasco mágico de las emociones



Había una vez en el tranquilo pueblo de Villa Felicidad, un pequeño conejito llamado Benji. Benji era muy inteligente y siempre sacaba las mejores notas en la escuela.

Sin embargo, había algo que le costaba mucho trabajo: controlar sus emociones. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, llegó corriendo su amiga Lucía llorando desconsoladamente. Benji se acercó preocupado y le preguntó qué le pasaba.

"¡Benji! ¡Perdí mi muñeca favorita! La dejé olvidada en el autobús escolar y ahora no sé dónde está", sollozó Lucía. Benji intentó consolarla diciendo: "No te preocupes, seguro que la encontramos". Pero por dentro sentía una gran frustración porque él también tenía problemas para encontrar objetos perdidos.

Juntos buscaron por todo el parque, pero no lograron encontrar la muñeca de Lucía. En ese momento, Benji sintió que la tristeza se apoderaba de él y comenzó a llorar junto a su amiga.

Justo cuando pensaban rendirse, apareció un viejo sabio del pueblo llamado Don Tito. Don Tito era conocido por su gran sabiduría y siempre tenía consejos valiosos para dar. "¿Qué les pasa, chicos?", preguntó Don Tito con voz calmada.

Lucía explicó entre sollozos lo ocurrido y cómo estaban tristes por no haber encontrado la muñeca perdida. Don Tito sonrió amablemente y dijo: "Chicos, entender nuestras emociones es tan importante como entender nuestras matemáticas o ciencias".

Benji levantó la mirada y preguntó: "¿Cómo podemos aprender a controlar nuestras emociones, Don Tito?"El sabio les contó una historia:"Había una vez un niño llamado Tomás que siempre se enojaba cuando las cosas no salían como él quería.

Un día, su abuelo le regaló un frasco de vidrio vacío y le dijo: "Cada vez que te sientas enojado, toma una piedra pequeña y ponla en el frasco". Con el tiempo, Tomás comenzó a darse cuenta de cuántas veces se enfadaba y cómo eso afectaba a los demás".

Lucía exclamó sorprendida: "¡Eso es genial! ¿Pero qué hacía con las piedras después?"Don Tito respondió: "Cuando el frasco estaba lleno de piedras, Tomás lo llevaba al río y lo vaciaba.

En ese momento sentía cómo su enfado también se iba con las piedras". Benji sonrió emocionado y dijo: "¡Entonces podríamos hacer nuestro propio frasco para controlar nuestras emociones!"Los tres amigos buscaron juntos un tarro de cristal vacío.

Cada vez que uno de ellos sentía una emoción fuerte como tristeza o enfado, colocaba una pequeña piedra en el frasco. Con el tiempo, Benji aprendió a identificar sus emociones y entender por qué se sentía así.

Aprendió a respirar profundamente antes de reaccionar impulsivamente y a expresar sus sentimientos de manera asertiva. Un día, mientras jugaban nuevamente en el parque, Lucía encontró su muñeca favorita debajo de un banco.

Todos se alegraron y Benji sintió una gran satisfacción al saber que pudo ayudar a su amiga a superar su tristeza. Desde ese día, Benji, Lucía y Don Tito siguieron aprendiendo juntos sobre inteligencia emocional. Comprendieron que no siempre podemos controlar lo que nos sucede, pero sí podemos controlar cómo reaccionamos ante ello.

Y así, Villa Felicidad se convirtió en un lugar donde todos aprendieron la importancia de manejar sus emociones y vivir en armonía.

FIN.

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