El frasco mágico de Sofi



Había una vez una niña llamada Sofi que vivía en un mundo blanco y vacío. Todos los días, se despertaba y caminaba por ese mundo sin saber qué hacer o adónde ir. Todo era monótono y aburrido.

Un día, mientras Sofi exploraba el mundo blanco, tropezó con algo extraño. ¡Era un pequeño frasco lleno de colores brillantes! Sorprendida por este descubrimiento, decidió abrirlo para ver qué había dentro.

Cuando destapó el frasco, una explosión de colores salió disparada hacia todas partes. El blanco vacío se llenó rápidamente de tonos vibrantes y alegres. Sofi estaba maravillada al ver cómo cada color transformaba el lugar.

Asombrada por la belleza del nuevo mundo que se había creado ante sus ojos, Sofi decidió explorarlo aún más. Mientras caminaba entre las flores rosadas, vio a un pajarito azul volando cerca de ella. - ¡Hola pajarito! -exclamó Sofi emocionada-.

¿Cómo te llamas? - Soy Azulito -respondió el pajarito-, ¿y tú? - Yo soy Sofi. ¿Puedes mostrarme más cosas hermosas en este nuevo mundo? Azulito asintió con entusiasmo y llevó a Sofi a través de bosques verdes y ríos azules cristalinos.

Cada paso que daban revelaba nuevos colores y formas fascinantes. En su aventura, encontraron a otros animales como Lila la mariposa morada y Rojito el conejo rojo. Juntos disfrutaron de la diversidad y la magia que los colores les brindaban.

Pero un día, mientras exploraban una cueva oscura, Sofi y sus amigos se encontraron con un problema. Una enorme roca bloqueaba la salida y no sabían cómo moverla. - ¿Qué haremos ahora? -preguntó Sofi preocupada-. Estamos atrapados aquí en la oscuridad.

En ese momento, recordó el frasco mágico que había encontrado al principio. Tal vez los colores podrían ayudarlos a salir de allí. Sofi abrió el frasco y liberó todos los colores nuevamente.

Los tonos brillantes iluminaron la cueva y revelaron una pequeña puerta secreta detrás de la roca. Con alegría, Sofi y sus amigos salieron corriendo hacia la libertad. A partir de ese día, Sofi entendió el poder que tenía para dar vida a su mundo con los colores.

Comprendió que cada color era especial y único, al igual que cada persona o animal en su vida.

Desde entonces, Sofi se convirtió en una defensora de la belleza del mundo y siempre llevaba consigo su frasco mágico lleno de colores. Utilizaba esos colores para animar a las personas tristes o para pintar murales en las calles grises de su ciudad. Y así, gracias a Sofi y su frasco mágico, el mundo nunca volvió a ser blanco ni vacío.

El color llenó cada rincón, trayendo tranquilidad, magia y vida a todos aquellos que lo habitaban.

FIN.

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