El fuego del amor eterno
En un pequeño pueblo rodeado de frondosos bosques y ríos que susurraban cuentos de antaño, vivían dos amigos inseparables: Alastor, un joven ingenioso y carismático, y Rosie, una niña de risa contagiosa y gran corazón. Su amistad era tan profunda que todos en el pueblo solían decir que eran como hermanos.
Un día, un rumor mal intencionado comenzó a circular por el pueblo. La gente decía que Rosie tenía poderes mágicos porque siempre sabía cómo curar a las flores marchitas. En lugar de ver la belleza en el don de Rosie, algunos la acusaron de bruja, temerosos de lo que no entendían.
Una tarde, el pueblo se reunió en la plaza. La tensión era palpable; las miradas eran severas y las palabras de odio volaban por encima de las cabezas.
"¡Rosie es una bruja!" - gritó un anciano con voz temblorosa y ojos llenos de miedo.
"¡Debería ser castigada!" - continuó otra mujer, armando un revuelo entre los vecinos.
A pesar de que Alastor intentó defender a su amiga, las voces del pueblo eran más fuertes que sus palabras. Rosie fue llevada a la hoguera bajo la mirada fría del pueblo. Alastor, desesperado, gritó:
"¡No, Rosie! ¡No te vayas! No eres una bruja, eres una persona maravillosa!"
Pero sus palabras ya eran inútiles. Antes de que el fuego encendiera, Rosie con una sonrisa triste le dijo:
"Siempre estaré contigo, Alastor. Mi amor será eterno."
Y así, el fuego consumió a Rosie, y el cielo se oscureció. Alastor, lleno de dolor y rabia, decidió que haría justicia a su manera. Con una máscara negra y un abrigo oscuro, se transformó en la sombra de la venganza. Con su ingenio, planeó una noche en la que encendería su propia hoguera, no en honor a la brujería, sino para liberar un fuego que consumiría el odio del pueblo.
Esa noche, Alastor se acercó a la ciudad.
"Este fuego es la mano de la justicia, el fuego que quemará la ignorancia y traerá luz a este lugar oscuro" - murmuró mientras lanzaba su primer chispazo en una de las casas.
Las llamas danzaron en la noche, iluminando el cielito estrellado mientras el pueblo despertaba en caos.
"¡¿Qué está pasando? !" - gritaba la gente, confundida y asustada.
"¡Es un castigo!" - resonaba la voz de Alastor, que parecía venir de todas partes.
Los aldeanos corrieron a la plaza, pero las llamas eran incontrolables. Cuando el fuego se calmó, el pueblo quedó en cenizas. Sin embargo, de las cenizas surgió una luz brillante. Era Rosie, resplandeciendo como nunca antes, un espíritu lleno de amor.
"¡Alastor!" - exclamó con alegría. "¡Lo lograste! Has liberado el fuego de la injusticia. Ahora somos libres de toda maldad del pasado."
"Pero... el pueblo..." - murmuró Alastor, con lágrimas quemándole los ojos.
"No llores, amigo mío. Todos aprendieron una lección valiosa. El fuego purificante les enseñará que el amor es más fuerte que el miedo. Ahora podemos vivir juntos en este hermoso lugar donde los corazones nunca se separan."
Con esas palabras, ambos tomados de la mano, volaron alto hasta el cielo, donde las estrellas les sonreían. En el más allá, el amor entre Alastor y Rosie nunca se apagó. Allí, juntos, decidieron llenar el cielo con luces brillantes, suaves melodías y risas interminables, cuidando de que la gente de la tierra aprendiera siempre a valorar la amistad y el amor por sobre el miedo y la ignorancia.
Así, cada vez que alguien en la tierra miraba hacia arriba, podía ver sus luces brillando, recordándoles que el amor siempre será más fuerte que cualquier hoguera de odio. Y que, aunque a veces el camino parezca oscuro, siempre hay luz al final cuando uno ama de verdad.
FIN.