El fútbol de los amigos



Había una vez en un barrio muy tranquilo, un grupo de niños de diferentes razas que se reunían todos los días en la plaza para jugar al fútbol.

Había chicos rubios, morenos, negros, de ojos claros y de ojos oscuros, pero para ellos, esas diferencias no importaban en absoluto. Un día, llegó al barrio un niño nuevo llamado Diego, de piel oscura y grandes ojos brillantes.

Los demás niños lo recibieron con alegría y de inmediato lo invitaron a unirse a su juego de fútbol. Diego, emocionado, aceptó la invitación y rápidamente se integró al grupo. Juntos vivieron grandes aventuras en la canchita de la plaza. Unidos por el amor al fútbol, pronto se volvieron inseparables.

- ¡Vamos, Diego, meté el gol! -gritaba Martín, el niño rubio que siempre destacaba por su habilidad con el balón. Y así, los días pasaban entre risas, goles, caídas y abrazos. Pero un día, algo inesperado sucedió.

Un equipo de otra plaza retó al grupo de amigos a un partido. Ellos aceptaron sin dudarlo, emocionados por la oportunidad de demostrar lo buenos que eran jugando. El día del partido, la emoción era palpable en el aire.

Los dos equipos se enfrentaron en un partido reñido, luchando por cada gol. Al final, el equipo de los amigos logró la victoria, pero en ese momento, se dieron cuenta de algo importante.

A pesar de sus diferencias, habían trabajado juntos como un verdadero equipo, confiando y apoyándose mutuamente. Esa noche, en la canchita de la plaza, celebraron su victoria con una gran cena compartida.

Y así, los niños aprendieron que la verdadera amistad y el trabajo en equipo no conocen barreras ni diferencias, y que el fútbol era mucho más que un simple juego, era la oportunidad de unir a las personas sin importar su raza o color de piel.

FIN.

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