El fútbol es para todos



Había una vez un niño llamado Mateo que amaba el fútbol. Él jugaba todos los días con sus amigos en la plaza del barrio y soñaba con convertirse en un gran jugador de fútbol profesional.

Un día, mientras jugaban su partido diario, Mateo anotó un gol impresionante. Sus amigos lo felicitaron y se emocionaron tanto como él. Pero lo mejor estaba por venir.

La mamá de Mateo había estado observando todo el partido desde lejos y se acercó a él para darle un abrazo enorme. "¡Mateo! ¡Eso fue increíble! Estoy muy orgullosa de ti"- dijo la mamá de Mateo con una sonrisa radiante en su rostro.

El corazón del niño latió más fuerte al escuchar esas palabras y supo que había hecho algo importante no solo para él sino también para su familia.

A partir de ese momento, cada vez que Mateo jugaba al fútbol, pensaba en hacer felices a sus seres queridos con cada gol que anotara. Así comenzó a entrenar más duro e incluso comenzó a leer libros sobre tácticas futbolísticas para mejorar su juego. Después de varias semanas de entrenamiento constante y dedicación, llegó el día del torneo escolar anual.

El equipo de Mateo llegó a las finales contra el equipo rival más fuerte del torneo.

Fue entonces cuando ocurrió algo inesperado: uno de los defensores rivales hizo una falta peligrosa dentro del área penal y el árbitro pitó penal a favor del equipo de Mateo. La tensión era palpable mientras todos observaban cómo Mateo se preparaba para patear el penal. La mamá de Mateo estaba allí, animándolo desde las gradas.

"¡Vamos Mateo, tú puedes hacerlo!"- dijo la mamá de Mateo mientras agitaba una bandera del equipo. Mateo tomó aire y pateó el balón con fuerza hacia el arco rival. El portero se lanzó en dirección a la pelota, pero no pudo detenerla.

¡Gol! El estadio entero explotó en júbilo mientras los compañeros de equipo corrieron a abrazar a Mateo. Después del partido, toda la familia de Mateo lo esperaba en casa para celebrar su victoria.

Su papá le entregó un trofeo que había hecho especialmente para él y su hermana mayor le hizo una torta con forma de balón de fútbol. "Hijo, estamos muy orgullosos de ti"- dijo el papá emocionado mientras abrazaba a su hijo.

Mateo sonrió feliz al ver que había logrado hacer felices a sus seres queridos con su pasión por el fútbol. A partir de ese día, comprendió que no solo jugaba por sí mismo sino también por aquellos que lo amaban y apoyaban incondicionalmente.

Y así fue cómo Mateo aprendió que cuando hacemos algo con amor y dedicación, podemos lograr grandes cosas y hacer felices a quienes nos rodean.

FIN.

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