El Gallito de Las Rocas y el Hombre de Alto Azul
En el corazón de las montañas de Alto Azul, donde los ríos susurran secretos y las flores doradas bailan con el viento, vivía un hombre llamado Don Luis. Él era un hombre de campo, muy querido por los habitantes del lugar, ya que siempre tenía una sonrisa y un cuento divertido para compartir.
Un día, mientras Don Luis paseaba por el bosque buscando hongos y plantas para su huerta, escuchó un sonido inusual.
"¿Qué será eso?" - se preguntó, mientras seguía el sonido que lo guiaba como un faro luminoso.
A medida que se acercaba, se encontró con un pequeño gallito de las rocas. Su plumaje era de un naranja brillante, unicolor que iluminaba el bosque como si de un sol se tratase. Pero este gallito no volaba, estaba en el suelo, atrapado entre unas ramas.
"Oh, pobrecito, ¿cómo habrás llegado hasta aquí?" - exclamó Don Luis con ternura.
Con mucho cuidado, Don Luis se arrodilló y empezó a liberar al gallito de las ramas que lo atrapaban. El gallito, agradecido, empezó a saltar de alegría.
"¡Gracias, buen hombre!" - dijo el gallito, para sorpresa de Don Luis. "Soy el Guardián de los Colores, y necesitaba un poco de ayuda."
Don Luis, asombrado, no sabía si había escuchado bien.
"¿El Guardián de los Colores?" - repitió. "¿Qué significa eso?"
"Así es. Mi tarea es mantener los colores de la naturaleza siempre vibrantes y alegres. Pero me perdí y ahora no puedo regresar a mi hogar, el Valle de los Arcoíris. Sin mis colores, el bosque podría volverse triste y gris como un día de tormenta."
Don Luis, conmovido por la historia del gallito, decidió ayudarlo.
"Confía en mí, amigo. Saldremos juntos a buscar el Valle de los Arcoíris. ¡Vamos!"
Así, comenzó la gran aventura. Juntos recorrieron montañas, cruzaron ríos y saltaron sobre piedras. En su viaje, encontraron a muchos otros animales que les ofrecieron ayuda.
Primero, conocieron a una tortuga sabia llamada Laia.
"Para llegar al Valle, deben alcanzar la Cueva de las Sonrisas. Allí, deben contar un chiste muy gracioso. Si logran hacer reír a los Guardias de la Cueva, podrán pasar", explicó Laia.
Don Luis estaba un poco nervioso.
"No soy muy bueno contando chistes..." - confesó.
Pero el gallito lo alentó:
"¡No te preocupes! Lo vamos a intentar juntos. ¡La risa es mágica!"
Así que se dirigieron a la Cueva de las Sonrisas. Al llegar, encontraron a dos guardias con serias caras.
"¿Qué quieren aquí?" - preguntó uno de ellos.
"¡Queremos contarles un chiste!" - exclamó el gallito.
"¿Y por qué habríamos de reírnos?" - se burló el otro.
Don Luis tragó saliva y dijo:
"Aquí va uno: ¿Por qué los pájaros no usan Facebook? Porque ya tienen Twitter."
Los guardias se miraron y, de repente, rompieron en carcajadas.
"¡Ja, ja, ja! Eso fue muy bueno. ¡Pueden pasar!" - dijeron, aún riendo.
"¡Lo logramos!", exclamó Don Luis emocionado.
Una vez dentro de la cueva, encontraron un sendero luminoso. Después de una emocionante travesía, finalmente vieron la luz que se filtraba desde el final de la cueva. Al salir, se encontraron en un paisaje increíblemente colorido, lleno de flores, ríos y un cielo radiante.
"¡El Valle de los Arcoíris!" - gritó el gallito llenando el aire de alegría.
De pronto, un grupo de pájaros apareció, revoloteando alrededor de ellos.
"¡Hemos estado esperándote, Guardián de los Colores!" - dijo uno de los pájaros. "Sin ti, nuestra alegría se desvaneció. Gracias por rescatarlo, Don Luis."
Don Luis sonrió, sintiéndose lleno de alegría.
"Fue un placer ayudar a mi amigo. La risa y la amistad pueden llevarnos a lugares mágicos."
Desde ese día, el gallito y Don Luis se hicieron grandes amigos. Cada año, el gallito lo visitaba y juntos celebraban la llegada de nuevos colores a la naturaleza.
Y así, Don Luis aprendió que a veces, la ayuda surge de los lugares más inesperados y que la risa es la mejor forma de unir corazones y salvar el mundo, un color a la vez.
FIN.