El Gallito Sordo y el sabio Búho



En una granja vivía un gallito llamado Kiki, que tenía una gran pasión: cantar. Sin embargo, Kiki era sordo, por lo que nadie podía escuchar su canto, y esto lo hacía muy triste. Todos los días, se levantaba al amanecer y comenzaba a cantar, pero los otros animales solo se reían de él.

"¡Mirá cómo canta! Ni su propia mamá lo escucha!" se burlaba el perro, Rocco.

"Kiki, tu canto es como un susurro de una mosca a medio sueño", decía la vaca, Lola, con una risa burlona.

La mamá de Kiki, la gallina Clara, estaba angustiada por la situación. Hacía todo lo posible para que su hijo se sintiera especial, pero cada intento parecía en vano.

Un día, mientras Kiki practicaba su canto, un búho viejo y sabio, llamado Don Hugo, se posó en una rama cercana.

"¿Por qué cantás solo, pequeño gallito?", le preguntó el búho con curiosidad.

"Canto porque me gusta, pero nadie me escucha. Todos se ríen de mí porque soy sordo", respondió Kiki, bajando la mirada.

Don Hugo, intuyendo lo que Kiki necesitaba, le dijo:

"A veces, la verdadera canción viene desde el corazón, no desde los oídos. Podés usar el ritmo que sentís y no te preocupes por lo que digan los demás".

Kiki se sintió un poco mejor. Agradecido por las palabras del búho, decidió poner en práctica su consejo. Comenzó a cantar con más fuerza y a moverse con entusiasmo, marcando el ritmo con sus patas sobre el suelo.

Los otros animales, al principio, siguieron riéndose, pero pronto se dieron cuenta de que Kiki no se detenía. Su energía era contagiosa. Rocco, el perro, se acercó intrigado.

"Espera, Kiki, ¿por qué no bailás mientras cantás?" sugirió.

"¡Buena idea!", exclamó Kiki emocionado. Así empezó a saltar y a dar vueltas mientras cantaba su propia melodía.

Poco a poco, los animales de la granja comenzaron a unirse a él. La oveja, Mónica, empezó a mover su lana al ritmo de Kiki, y el pato, Pablo, comenzó a aplaudir con sus alas.

"¡Esto es divertido!", gritó Mónica.

Y así, el canto de Kiki, aunque nadie podía oírlo, se convirtió en una celebración para todos. Los animales comenzaron a entender que lo más importante no era tener un buen canto, sino tener corazón y alegría al hacerlo.

Don Hugo miraba desde su rama, sonriendo al ver cómo la confianza de Kiki había iluminado a toda la granja. Al final del día, todos se reunieron para celebrar su peculiar evento, y Kiki fue el centro de atención.

"¡Bravo, Kiki! Eres el mejor artista que hemos tenido en la granja!", aclamaron los animales emocionados.

Desde ese día, el gallito sordo no solo encontró su voz, sino que también ganó el respeto y el cariño de todos. Aprendió que, aunque no podía cantar como los demás, su energía, alegría y autenticidad eran lo que realmente importaba.

Y así, Kiki el gallito sordo se convirtió en el gallo más querido de la granja, recordando a todos que la verdadera canción está en el corazón.

FIN.

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