El gallo pinto y el sabio aprendizaje
Había una vez en el tranquilo pueblo de Plumaviva, un gallito llamado Pintín. Este gallito, de plumas relucientes, se creía invencible y siempre se jactaba de su valentía frente a los demás patarucos del corral.
"Patarucos les dije y patarucos se quedaron", repetía con orgullo cada vez que retaba a sus iguales. Sin embargo, un día llegó al pueblo un viejo gallo llamado Don Plumón, quien a pesar de sus años, irradiaba sabiduría y experiencia.
Los otros patarucos se agruparon alrededor de él, ansiosos por aprender de sus historias y hazañas. Pintín, por supuesto, rechazó la idea de que un gallo viejo pudiera enseñarle algo.
"¡Si pudiera volar tan bien como yo, tal vez valdría la pena escucharlo!" dijo con desdén. "Oh, jóvenes y arrogantes patarucos, escuchen", comenzó Don Plumón con calma. "La valentía no se demuestra solo en la fuerza, sino también en la sabiduría y la humildad."
Todos los patarucos lo escucharon atentamente, menos Pintín, quien desviaba la mirada con desagrado. El viejo gallo propuso un juego de barajos, un desafío de agilidad, concentración y astucia. Pintín aceptó el reto confiado en su destreza.
Sin embargo, durante el juego, Don Plumón demostró una habilidad excepcional, superando al gallito presumido en cada movida. Finalmente, con un movimiento magistral, el viejo gallo dejó a Pintín tendido en el suelo, derrotado y con el pico cerrado por primera vez en mucho tiempo.
El corral quedó en silencio, mientras Pintín reflexionaba sobre lo que acababa de ocurrir. Don Plumón se acercó a él con bondad. "La verdadera grandeza no reside en la arrogancia, sino en la capacidad de aprender y mejorarse constantemente", le dijo con ternura.
Pintín se dio cuenta de su error y agradeció al sabio gallo por la lección. Desde ese día, Pintín practicó la humildad, aprendiendo de los demás y compartiendo su sabiduría con generosidad.
El corral de Plumaviva se llenó de armonía y respeto, y todos recordaban con cariño la valiosa enseñanza de Don Plumón.
Y así, el gallito Pintín aprendió que la valentía no solo reside en el coraje físico, sino también en la apertura para aprender y crecer, demostrando que la verdadera grandeza está en el corazón.
FIN.