El gallo que encontró su voz


Había una vez un gallo llamado Cocoliso que vivía en una granja en el campo argentino.

Cocoliso siempre había soñado con ser el mejor cantante de todo el corral, pero tenía un problema: su voz era muy fea y desafinada. Cada mañana, cuando salía el sol, los demás animales se despertaban emocionados al escuchar los hermosos cantos de los otros gallos. Pero cuando Cocoliso intentaba cantar, todos se tapaban los oídos y corrían lejos para no escucharlo.

Un día, Cocoliso se sintió triste y desanimado. Se preguntaba si realmente estaba destinado a ser un buen cantante. Sin embargo, decidió no rendirse y buscar la forma de mejorar su voz.

Caminando por el bosque cercano a la granja, Cocoliso encontró a Don Carlos, un búho sabio que vivía en un viejo roble. Don Carlos era conocido por sus conocimientos sobre música y canto. "Buenas tardes, Don Carlos", saludó tímidamente Cocoliso.

"¡Buenas tardes! ¿En qué puedo ayudarte?", respondió amablemente el búho. "Verá... quiero ser un buen cantante, pero mi voz es muy fea.

¿Hay algo que pueda hacer para mejorarla?"Don Carlos sonrió comprensivamente y le dijo a Cocoliso que lo acompañara al río cercano. Allí encontraron una piedra plana lisa que reflejaba la luz del sol como un espejo brillante. "Mira atentamente tu reflejo en esta piedra mientras intentas cantar", sugirió Don Carlos.

Cocoliso lo hizo y, aunque al principio le pareció extraño, siguió cantando. Poco a poco, fue ajustando su voz para que sonara más melodiosa. Día tras día, Cocoliso practicaba frente a la piedra y se sorprendía cada vez más por los pequeños cambios en su voz.

Los demás animales de la granja comenzaron a notar la mejora y se acercaban para escucharlo mientras ensayaba. "¡Cocoliso, tu canto ha mejorado muchísimo!", exclamó Doña Gallina emocionada.

"Sí, es increíble cómo has transformado tu voz", agregó Don Carlos con admiración. El gallo estaba feliz de ver el progreso que había logrado. Pero aún tenía un largo camino por recorrer antes de convertirse en el mejor cantante del corral.

Un día, mientras Cocoliso continuaba sus prácticas junto al río, escuchó una hermosa melodía proveniente del otro lado del bosque. Siguiendo el sonido, llegó hasta un grupo de pájaros cantores que estaban ensayando juntos. "Hola chicos", saludó Cocoliso tímidamente.

Los pájaros se dieron cuenta de su presencia y le dieron la bienvenida amablemente. "Nosotros somos Los Trinos Melódicos. ¿Te gustaría unirte a nosotros?", preguntaron entusiasmados. Cocoliso no podía creerlo. Estaba emocionado de tener la oportunidad de aprender con los mejores cantantes del bosque.

Así que decidió unirse al grupo y juntos trabajaron duro para mejorar sus habilidades vocales. Pasaron semanas llenas de práctica y ensayos, y poco a poco, Cocoliso se convirtió en un cantante excepcional.

Su voz fea se había transformado en una melodía hermosa que hacía vibrar el corazón de todos los que lo escuchaban. Un día, llegó el tan esperado concurso de canto en la granja. Cocoliso estaba nervioso pero confiado en su talento.

Cuando llegó su turno, subió al escenario y comenzó a cantar con todo su corazón. El corral quedó en silencio al escuchar la voz maravillosa de Cocoliso. Todos los animales estaban asombrados por la transformación que había logrado.

"¡Bravo! ¡Eres un verdadero artista!", exclamaron emocionados. Cocoliso ganó el primer premio del concurso y fue aclamado como el mejor cantante del corral.

Pero más allá de los premios y reconocimientos, lo más importante para él era haber demostrado que nunca debemos rendirnos ante las dificultades y siempre debemos luchar por nuestros sueños. Desde aquel día, Cocoliso continuó cantando hermosas melodías cada mañana, llenando de alegría a todos los animales de la granja.

Y así, este cuento termina con una lección importante: cuando creemos en nosotros mismos y trabajamos duro para superar nuestras limitaciones, podemos alcanzar grandes cosas.

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