El Gallo Rítmico y la Gallina Soñadora



En una colorida granja, donde las flores cantaban con el viento y el sol pintaba de oro los campos, vivía un gallo llamado Rítmico. Rítmico no solo tenía unas plumas brillantes, sino que también era un gran bailarín de cueca. Todos los días, al amanecer, le encantaba lucirse haciendo giros y saltos, buscando conquistar a su amor secreto, una gallina de suaves plumas, llamada Soñadora.

Soñadora pasaba los días imaginando aventuras en tierras lejanas, mientras miraba a Rítmico bailar desde la sombra de un gran árbol.

"- ¿Por qué no se anima a hablarme?", se preguntaba Soñadora.

Un día, decidida a acercarse, hizo un plan. Se acercó al gallinero y le dijo:

"¡Hola Rítmico! He estado viendo tus bailes. Son maravillosos. Me encanta la canción de la cueca."

Rítmico, sorprendido, sonrojó sus mejillas plumosas y contestó:

"Gracias, Soñadora. Me encantaría enseñarte a bailar. ¿Te gustaría?"

Soñadora, emocionada, aceptó la invitación. Pero había un detalle: no sabía bailar. Sin embargo, no se dejaría vencer por el miedo. Así que empezaron sus lecciones de baile cada mañana.

Los primeros días fueron difíciles. Soñadora se tropezaba, se caía y se reía de sí misma.

"- ¿No crees que es un poco complicado?", decía frustrada.

"No te preocupes, Soñadora. Todos los grandes bailarines empezaron así. Lo importante es seguir intentándolo", respondió Rítmico con una sonrisa.

Con cada día que pasaba, Soñadora se sentía más confiada y comenzó a disfrutar del baile. Un día, mientras ensayaban, una gran tormenta se desató. El cielo oscureció y el viento sopló con fuerza. Rítmico, preocupado, le gritó:

"¡Soñadora, ven a refugiarte!"

Ambos se metieron en el gallinero que, aunque era acogedor, estaba lleno de otros animales inquietos por la tormenta.

"- No puedo quedarme aquí, quiero bailar en la lluvia!", exclamó Soñadora con determinación.

"¡Eso es peligroso!", gritó Rítmico. "¡Es mejor que esperemos aquí!"

Pero Soñadora tenía una idea. Le dijo a Rítmico:

"¿Por qué no bailamos juntos aquí dentro? Podemos hacer que este lugar se llene de alegría a pesar de la tormenta."

Rítmico dudó un momento, pero luego sonrió y asintió. Así que comenzaron a bailar entre las risas y los trinos de los demás animales. Al principio todos estaban asustados, pero pronto comenzaron a seguir el ritmo de los dos bailarines.

Cuando la tormenta pasó, el gallinero ya no era un lugar de miedo, sino de felicidad. Los animales aplaudieron con entusiasmo y Rítmico, orgulloso, le dijo a Soñadora:

"¡Lo hiciste! Transformaste la tormenta en una fiesta!"

Desde ese día, Rítmico y Soñadora se convirtieron en el dúo de baile más querido en la granja. Aprendieron a disfrutar cada paso y a enfrentar los desafíos juntos. Y aunque nunca faltaban las tormentas, también nunca faltaban los bailes y las risas.

Y así, Rítmico y Soñadora, juntos, descubrieron que el amor se construye con la confianza y la alegría, transformando cualquier adversidad en una hermosa melodía de vida.

FIN.

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