El ganso de la felicidad
Había una vez, en la hermosa ciudad de Jonacatepec, un niño llamado Yeshua. Yeshua era muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, encontró una pluma dorada brillante en el suelo. Yeshua se acercó a la pluma y la recogió con cuidado. Mientras la sostenía en sus manos, de repente escuchó un ruido proveniente de los arbustos.
Se asomó y vio a un ganso dorado caminando hacia él. El ganso tenía un brillo especial y parecía ser mágico. Sin pensarlo dos veces, Yeshua decidió seguir al ganso para descubrir qué secretos podía revelarle.
Caminaron juntos por el bosque durante horas, hasta que finalmente llegaron a una pequeña cueva oculta entre los árboles. El ganso entró primero y Yeshua lo siguió cautelosamente. Dentro de la cueva había una sorpresa increíble: un enorme tesoro lleno de monedas de oro y piedras preciosas.
Pero en medio del tesoro se encontraba un anciano sabio sentado en un trono. El anciano sonrió amablemente y le dijo a Yeshua: "Has demostrado ser valiente al seguir al ganso dorado hasta aquí.
Como recompensa por tu coraje, te concederé un deseo". Yeshua no podía creerlo; ¡tenía la oportunidad de pedir cualquier cosa que quisiera! Pero antes de hacerlo, recordó algo importante que su abuela le había enseñado: "No debes ser egoísta, Yeshua.
Siempre piensa en los demás y en cómo puedes ayudarlos".
Con esto en mente, Yeshua le dijo al anciano sabio: "Quiero que el ganso dorado se convierta en un ganso de oro para siempre, pero solo si puede volar libremente y llevar felicidad a todos los niños del mundo". El anciano sabio asintió con aprobación y agitó su varita mágica. En ese momento, el ganso dorado se transformó en un hermoso ganso de oro, listo para volar por todo el mundo.
Yeshua estaba emocionado porque su deseo se había cumplido. El anciano sabio le dio las gracias por su generosidad y lo animó a seguir siendo amable y considerado con los demás.
Desde aquel día, el ganso de oro volaba por todo el mundo llevando alegría a los niños dondequiera que iba. Los pequeños lo llamaban "El Ganso Mágico" y siempre esperaban con ansias su visita.
Yeshua también aprendió una valiosa lección sobre la importancia de ser generoso y pensar en los demás antes que uno mismo. Aprendió que cuando ayudamos a los demás, también nos estamos ayudando a nosotros mismos. Así que recuerda, querido lector, sé como Yeshua: generoso, amable y dispuesto a hacer felices a los demás.
Porque al final del día, son esos actos de bondad los que realmente hacen brillar nuestra vida como un verdadero tesoro.
FIN.