El Ganso Nutricionista de la Selva



Era una mañana brillante y fresca en la selva, el sol filtraba sus rayos a través de las hojas verdes y los animales comenzaban su día. En el centro de este vibrante ecosistema vivía Gustavo, un ganso nutricionista muy especial. Con su delantal blanco y un pequeño sombrero de chef, Gustavo era conocido por ayudar a los animales a mejorar su alimentación y aprender sobre los beneficios de las frutas, verduras y granos.

Un día, mientras Gustavo organizaba su cocina llena de coloridas frutas, se acercó un conejito muy inquieto.

"¡Gustavo!" - dijo el conejito con voz temblorosa. "No sé qué comer. A veces me siento cansado y no tengo energía para saltar. ¿Qué me recomendas?"

Gustavo sonrió con ternura, siempre listo para ayudar.

"¡Claro, pequeño amigo! Para tener energía, ¡necesitas comer zanahorias frescas y un poco de espinaca!" - respondió, mientras le daba una receta simple. "No olvides incluir una fruta como una manzana o una pera, ¡te darán mucha fuerza!"

El conejito, emocionado por los consejos, le agradeció y se fue a buscar sus ingredientes. Pero justo en ese momento, la tortuga Tula se acercó con una gran preocupación.

"Gustavo, yo como demasiado despacio. ¿Cómo puedo crecer fuerte si siempre soy la última en encontrar comida?" - se quejó la tortuga.

Gustavo pensó por un momento.

"No te preocupes, Tula. Lo importante es lo que comes. Te sugiero que combines lechuga con frutos secos para que tengas más fuerza. ¡Además, las lentejas son fabulosas para ti!" - la animó mientras le mostraba cómo preparar una ensalada nutritiva.

Tula sonrió, sintiéndose aliviada al saber que podía comer cosas saludables al ritmo que le gustara. Sin embargo, mientras tanto, un loro llamado Lucho voló en círculos nerviosamente.

"¡Gustavo, Gustavo! Siempre veo a mis amigos comer y no estoy seguro si debiera seguir su ejemplo. ¿Qué me sugieres?" - exclamó el loro, mientras su aleta se agitaba de un lado a otro.

Gustavo, consciente de que los loros a menudo devoran semillas y frutas, le dijo.

"Lucho, lo mejor es que varíes tu dieta. Prueba a mezclar piña, mango y plátano. ¡Las frutas tropicales son muy buenas para vos! Y no olvides comer algunas semillas de girasol también."

Lucho se sintió comprendido y emocionado por probar nuevas combinaciones. Así, uno a uno, todos los animales de la selva visitaron al ganso nutricionista, llevándose consigo recetas y consejos que les cambiarían la vida.

Sin embargo, un día llegó un viejo y merodeador jaguar, el rey de la selva, quien tenía un problema muy distinto.

"¡Gustavo! Aquí estoy, he estado comiendo de todo, ¡pero nada parece satisfacerme!" - rugió, contundente como el tronar de un tambor.

Los demás animales a su alrededor comenzaron a murmurar con miedo, todos conocían la fama del jaguar.

"¡Ay, ay, ay!" - dijo el conejo en voz baja. "¿Qué podrá ayudarlo a él?"

Gustavo, en cambio, se mantuvo tranquilo.

"Es posible que estés comiendo solo carne y no estés pensando en los nutrientes de otras fuentes. Te enseño a comer algunas frutas y a combinar verduras con tu dieta. ¿Te gustaría hacer una ensalada especial, mezclando trozos de carne magra con aguacate y espinaca?" - sugirió, mostrándole una receta.

El jaguar se quedó boquiabierto y pareció reflexionar.

"Nunca había pensado que eso podría ayudarme..." - murmuro. Pero finalmente accedió. Así fue como Gustavo presentó al jaguar un nuevo mundo de sabor que le ofreció no sólo saciedad, sino bienestar.

Con el tiempo, todos los animales empezaron a sentirse más fuertes y saludables. La selva se llenó de energía positiva y los rumores sobre el ganso nutricionista se esparcieron por todas partes. Sin embargo, lo que Gustavo amaba realmente era ver cómo los animales se ayudaban entre sí a incorporar los conocimientos aprendidos.

Así, ante la alegría de lo que habían logrado juntos y el crecimiento en sus vidas, los animales prometieron compartir la importancia de una dieta equilibrada con todos los visitantes de la selva.

Finalmente, el ganso nutritivo no solo se convirtió en un sabio de la selva, sino que creó una comunidad unida, cada vez más fuerte, consciente de lo que ingieren y dispuesta a fomentar la salud en cada rincón de su hogar. El gusto por la alimentación nutritiva ayudó a todos a vivir en armonía, siempre bajo el cariño de Gustavo, el querido ganso nutricionista.

FIN.

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