El Gatico Valiente
Había una vez un pequeño gatico llamado Tico que vivía en un acogedor hogar junto a su dueña, una niña llamada Lila. A pesar de ser un gatico muy adorable, Tico siempre había sentido que le faltaba algo: valentía. Lila, al notar esto, le decía:
"Tico, vos sos más valiente de lo que pensás. Solo tenés que encontrarlo dentro tuyo."
Un día, Lila organizó una fiesta para sus amigos del vecindario. El lugar estaba lleno de risas y juegos, pero justo cuando todos se preparaban para jugar al escondite, un grupo de perros, la Banda de los Ruidosos, llegó al parque. Eran conocidos por ser grandes, bulliciosos y un tanto intimidantes. Tico, asustado, se escondió detrás de un árbol mientras los perros se instalaban cerca de la mesa de la merienda.
"Mirá, ahí está el gatico asustadizo", ladró Rex, el perro más grande de la banda.
"Sí, ¿qué va a hacer? ¿Maullar?" se rió Brisa, una perra a su lado.
Tico sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. Pero entonces, recordó las palabras de Lila y decidió que era momento de salir de su escondite. Con un profundo suspiro, dio un paso adelante.
"¡Hola! Soy Tico y no tengo miedo de ustedes" declaró, intentando que su voz sonara firme.
Los perros lo miraron sorprendidos, como si no pudieran creer que un gatico tan pequeño se atreviera a hablarles.
"¿En serio?" preguntó Brisa con una sonrisa burlona.
"Deberías estar asustado, gaticón. ¿Qué podés hacer, además de maullar?"
Tico, sintiéndose algo inseguro, recordó que siempre había querido demostrarle a Lila que podía ser valiente. Una idea brillante le vino a la mente.
"Tengo un reto para ustedes. ¡Una carrera! Si gano, me dejarán jugar con ustedes!" dijo alzando la voz con determinación.
Los perros se miraron entre ellos, riendo y sintiéndose seguros de ganar.
"Genial, no podrías estar más equivocado, pequeño. ¡Aceptamos!", ladró Rex.
La carrera se organizó rápidamente. Todos los niños se sentaron alrededor, emocionados de ver al gatico enfrentar a los perros. Tico sabía que no podría competir en velocidad, pero recordó algo que lo hizo sonreír: su agilidad.
"Listos... ¡fuera!" gritó uno de los niños.
Los perros salieron disparados, mientras Tico corrió de manera rápida y ágil. Aunque los perros eran más grandes y veloces, Tico se movía entre los obstáculos, saltando y esquivando.
Al llegar a la mitad del camino, Tico se dio cuenta de que ya había logrado algo que jamás había imaginado: estaba disfrutando y sintiéndose valiente.
Mientras los perros seguían corriendo, Tico vio un arbusto lleno de flores. Recordó la fragancia que a Lila le gustaba tanto y tuvo otra idea. Se desvió hacia el arbusto, recogiendo algunas flores con una rapidez inesperada y continuó su camino.
Cuando los perros llegaron a la meta, el pequeño gatico apareció segundos después, saltando emocionado y con una hermosa corona de flores en su cabeza.
"¡Llegué!" gritó con una risa contagiosa.
Los perros se quedaron boquiabiertos, sin creer lo que veían. En ese momento, Tico no solo se había ganado su respeto, sino también la admiración de todos los niños presentes.
"Ese gatico es más astuto de lo que parece", admitió Rex.
"Lo hiciste muy bien, Tico. Tal vez deberíamos dejarte jugar con nosotros", agregó Brisa, esta vez con amabilidad.
Tico sonrió y, aunque sabía que no había ganado la carrera, había ganado algo mucho más importante: el respeto de los perros y la confianza en sí mismo. Desde ese día, Tico se convirtió en parte de la Banda de los Ruidosos. Jugaban juntos, se ayudaban mutuamente y Tico les enseñó a ser un poco más considerados con los demás.
Al final del día, el pequeño gatico volvió a casa y le contó todo a Lila, quien lo abrazó con alegría.
"¡Eres un verdadero héroe, Tico! Nunca olvides que la valentía viene en muchas formas. Lo importante es ser uno mismo y nunca dejar de intentar".
Y así, Tico, el gatico valiente, aprendió que, a veces, lo que más se necesita es un poco de arrojo para enfrentar los desafíos, y que la verdadera amistad se forma cuando nos aceptamos tal como somos.
Desde ese momento, Tico siempre siguió buscando nuevas aventuras, recordando que la valentía no se mide solo en desafíos físicos, sino también en el corazón.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.