El Gatito de la Sonrisa
En un pequeño pueblo llamado Alegría, vivía un gatito llamado Miau. Miau no era un gato común, ¡era un gato feliz! Tenía un pelaje suave como una nube y unos ojos que brillaban como estrellas. Todos los días, Miau recorría las calles con una sonrisa en su rostro, saludando a todos los que encontraba.
Un soleado día, mientras Miau caminaba, se encontró con la abuela Rosa, que estaba en su jardín plantando flores.
"¡Hola, abuela Rosa! ¿Cómo estás hoy?" - preguntó Miau.
"¡Hola, Miau! ¡Estoy muy bien! Pero creo que las flores están un poco tristes. Necesitan agua y cariño." - respondió la abuela.
"¡Voy a ayudarlas!" - exclamó Miau emocionado
Así que Miau fue a buscar agua. Cuando regresó, llenó las plantas con alegría. Las flores comenzaron a levantarse, y les agradecieron con sus colores brillantes.
"¡Gracias, Miau! Eres un gatito especial" - dijeron las flores.
Continuando su recorrido, Miau llegó al parque, donde vio a sus amigos: la perra Luli, el loro Pipo y el conejo Rocco, pero todos estaban tristes.
"¿Qué les pasa?" - preguntó Miau.
"Hoy hay un torneo de saltos, pero no tenemos ganas de participar. No creemos que ganemos" - dijo Rocco con una voz apagada.
Miau se sentó a pensar.
"El ganar o perder no es lo que importa. ¡Lo que importa es divertirse!" - les dijo Miau.
Los amigos miraron al gatito confundidos.
"Pero Miau, nosotros somos muy pequeños para competir con los demás, podríamos avergonzarnos" - añadió Luli.
"¡Eso no importa!" - respondió Miau.
A Miau le brillaban los ojos mientras les decía: "Lo importante es que todos se diviertan y estén juntos. La verdadera victoria es disfrutar del momento".
Así, Miau alentó a sus amigos a participar. Con su energía contagiosa, lograron ansiar divertirse en el torneo. Así que se animaron, y juntos se inscribieron.
Cuando llegó el momento, estaban nerviosos pero se prometieron disfrutar de cada salto. Y al dar la señal, se lanzaron en un espectáculo lleno de risas y aciertos, saltando aquí y allá.
A medida que iban compitiendo, los demás animales del parque se unieron y comenzaron a clamar muy emocionados.
"¡Vamos! ¡Ustedes pueden!"
El grupo de amigos se dio cuenta de que no importaba si llegaban a ser los mejores; lo que realmente importaba era el apoyo y los buenos momentos juntos. Al final del torneo, no ganaron ninguna medalla, pero se fueron sonriendo, sintiéndose los verdaderos campeones.
Miau dio un gran salto y dijo:
"¡Lo logramos! ¡Ganamos en alegría y amistad!"
Todos se rieron y se abrazaron. Y así, se despidieron del día con el corazón lleno de felicidad y risas.
De vuelta en casa, Miau pensó en todo lo que había vivido. Comprendió que ser feliz era compartir momentos, ayudar a otros, y por sobre todo, disfrutar del viaje.
"¡Yo soy un gato feliz porque tengo amigos con quienes compartir!" - se dijo a sí mismo.
Y desde aquel día, Miau siguió con su misión de esparcir alegría en el pueblo, haciendo amigos y recordando a todos que, a veces, lo que más importa no es la meta, sino el camino que recorremos y los abrazos que compartimos en el camino.
FIN.