El gatito perdido


Había una vez una mamá llamada Ana, quien amaba a sus niños más que todo en la vida. Tenía dos hijos, Martín y Valentina, quienes eran su razón de ser.

Todos los días se levantaba temprano para prepararles el desayuno y llevarlos al colegio. Un día, mientras Ana estaba cocinando el desayuno, escuchó un ruido extraño proveniente del jardín. Se asomó por la ventana y vio a un pequeño gatito atrapado en un árbol.

Sin pensarlo dos veces, salió corriendo hacia el árbol y trepó hasta llegar al gatito. "¡Tranquilo, pequeño! No te preocupes, te ayudaré", le dijo Ana mientras lo acariciaba suavemente.

Con mucho cuidado, lo bajó del árbol y lo llevó adentro de la casa. Martín y Valentina estaban sorprendidos al ver a su mamá con un nuevo integrante en la familia. "¡Mamá! ¿De dónde salió ese gatito?" preguntó Martín emocionado. "Lo encontré atrapado en el árbol del jardín.

Parece que se perdió de su hogar", respondió Ana. Los niños no podían contener su felicidad al tener un nuevo amigo animal en casa. Decidieron llamarlo —"Pelusa"  por su suave pelaje blanco como la nieve.

Con el pasar de los días, Pelusa se convirtió en parte de la familia. Juntos jugaban en el jardín e incluso dormían abrazados durante las noches frías. Pero algo inesperado ocurrió una tarde mientras Ana estaba en el trabajo.

Martín y Valentina estaban jugando con Pelusa cuando de repente se escapó por la puerta abierta. Los niños salieron corriendo detrás de él, pero era demasiado rápido. Caminaron por las calles del vecindario buscándolo sin éxito.

"¡No podemos perder a Pelusa, es parte de nuestra familia!" exclamó Valentina angustiada. Decididos a encontrar a su querido gatito, los niños decidieron hacer carteles con su foto y pegarlos en cada poste y árbol que encontraban.

También le pidieron ayuda a sus amigos y vecinos para estar atentos por si veían a Pelusa. Una semana después, Martín recibió una llamada telefónica de un vecino. Había visto a Pelusa cerca del parque del barrio.

Los hermanos no podían contener su emoción y corrieron hacia allí lo más rápido que pudieron. Cuando llegaron al parque, vieron a Pelusa jugando con otro grupo de niños. Estaba feliz y contento rodeado de cariño. "¡Pelusa! ¡Estás aquí!" gritó Martín emocionado mientras lo abrazaba fuertemente.

Valentina también se acercó para darle un gran abrazo lleno de amor. Juntos volvieron a casa donde Ana los esperaba con lágrimas en los ojos al ver que habían encontrado a su amado gatito.

Desde ese día, Martín y Valentina aprendieron la importancia de cuidar y proteger aquello que amamos. Aprendieron que el amor verdadero no tiene límites ni fronteras, sino que siempre está presente cuando más lo necesitamos.

Y así, la familia vivió feliz y unida, amándose más que todo en la vida. Porque el amor de una madre hacia sus hijos es el motor que impulsa a crear momentos inolvidables y a superar cualquier obstáculo que se presente en el camino.

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