El Gatito Perdido de Nezuko y Shinobu



Érase una vez en un tranquilo vecindario, una niña llamada Nezuko que adoraba explorar cada rincón del parque que estaba cerca de su casa. Un día, mientras correteaba con su amiga Shinobu, comenzaron a escuchar un suave maullido entre los arbustos.

"¿Escuchaste eso?" - preguntó Nezuko, con los ojos abiertos de sorpresa.

"Sí, parece que alguien necesita ayuda" - respondió Shinobu, siempre lista para una aventura.

Las dos amigas se acercaron al arbusto y encontraron a un pequeño gatito, con pelaje gris y ojos grandes que brillaban bajo el sol.

"¡Es tan adorable!" - exclamó Nezuko, acariciándolo con suavidad. "¡Pobrecito, parece estar perdido!"

"Deberíamos llevarlo a casa y cuidarlo hasta que encontremos a su dueño" - sugirió Shinobu.

Nezuko asintió, y con mucho cuidado, recogieron al gatito y decidieron nombrarlo Neko. Al llegar a casa, sus padres les ayudaron a darle agua y comida, y Neko rápidamente se sintió a gusto con sus nuevas amigas.

Pasaron los días jugando con Neko, quien se volvió el compañero ideal para sus aventuras. Sin embargo, también se dieron cuenta de que Neko podía ser un poco travieso.

Un día, mientras jugaban, Neko corrió hacia el jardín del vecino, un hombre mayor conocido como Don Ernesto, que siempre estaba amargado y poco amigable.

"¡Neko! Ven aquí, no entres a ese jardín!" - gritó Nezuko, pero Neko ya había desaparecido entre las plantas.

Las chicas, preocupadas, decidieron ir a buscarlo. Cuando llegaron al jardín de Don Ernesto, encontraron a Neko jugando con las flores.

"¡Neko, ven aquí!" - dijo Shinobu, pero el gatito estaba demasiado emocionado.

Don Ernesto apareció con un gesto de enojo.

"¡¿Qué hacen aquí? !" - bramó. "¡Ese gato no tiene que estar en mi jardín!"

Nezuko y Shinobu se miraron asustadas. Pero Nezuko, recordando que a veces las personas pueden cambiar, decidió hablar con él.

"Hola, Don Ernesto. Lo siento mucho, pero Neko se escapó de nosotras. No queríamos molestarlo".

El hombre, sorprendido por la valentía de la niña, suavizó su expresión y murmuró:

"No sabía que ese gato hechizaba así. Cosas raras pasan en mi jardín..."

Las chicas decidieron contarle sobre su aventura con Neko y cómo lo habían encontrado. A medida que hablaban, Don Ernesto mostró interés y, un tanto renuente, confesó:

"Supongo que no es tan malo tener un gato así alrededor... A veces me siento solo en mi jardín".

Las chicas aprovecharon la oportunidad para proponerle algo:

"Podríamos venir a jugar con Neko en su jardín, si usted quiere" - dijo Shinobu.

Don Ernesto, luego de pensarlo, accedió:

"Está bien, pero tienen que prometerme que cuidarán bien de él".

Desde ese día, Nezuko, Shinobu y Neko visitaban a Don Ernesto regularmente. El hombre comenzó a sonreír más y a abrirse, compartiendo historias sobre su vida y su amor por las plantas.

Y así, el pequeño gatito no solo unió a estas tres almas, sino que también transformó a Don Ernesto, enseñándole sobre la amistad y el amor. Nezuko y Shinobu aprendieron que un simple acto de bondad puede cambiar la perspectiva de alguien y que, en cada rincón, incluso en el lugar más inesperado, puede encontrarse una nueva amistad.

Desde aquel día, su parque se llenó de risas y alegría, y Neko siempre estaba en el medio de la acción, recordando a todos que el amor y la amistad son los mejores tesoros que uno puede tener.

FIN.

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