El Gatito que Buscaba una Nueva Dueña
En una soleada mañana, en un pequeño barrio de Buenos Aires, un travieso gatito llamado Misi se encontraba en las escaleras de un edificio. Su pelaje naranja brillaba al sol y sus ojos verdes deslumbraban con curiosidad. Misi había estado en la calle por un tiempo y estaba en busca de una nueva dueña que lo quisiera y cuidara.
Mientras exploraba los alrededores, Misi se encontró con una niña llamada Sofía, que estaba jugando con una pelota. Al ver al gatito, Sofía se acercó emocionada.
"¡Hola, gatito! ¿Te llamás Misi?" - le dijo, riendo y agachándose para acariciarlo.
Misi ronroneó feliz por la caricia, pero sabía que no podía quedarse allí. Había probado suerte con varias personas, pero todas tenían un motivo para no llevarlo a casa. Así que decidió seguir su camino.
Esa tarde, mientras deambulaba por el parque, vio a una mujer adulta sentada en una banca, leyendo un libro. A Misi le pareció que esa mujer tenía un aire amable. Se acercó lentamente.
"¡Hola!" - dijo la mujer, levantando la vista "¿Vas a quedarte conmigo, pequeño?"
"¡Eso espero!" - pensó Misi, pero la mujer, aunque sonrió, rápidamente dijo:
"Lo siento, gatito, pero ya tengo un perro muy juguetón que no se lleva bien con los gatos."
Misi, triste, continuó su búsqueda. Después de un rato, se encontró con un grupo de niños en el parque, quienes estaban alimentando a las palomas. Se acercó a ellos, en busca de un poco de cariño.
"¡Miren, un gatito!" - gritó uno de los chicos.
Los niños se acercaron rápidamente, llenos de alegría.
"¡Qué lindo que es! ¿Podemos quedárnoslo?" - preguntó una niña de cabellos rizados.
"¡Por favor, por favor!" - suplicaron todos al unísono.
Pero Misi sabía que no podía quedarse con los niños, ya que eran demasiado pequeños para cuidar de él.
Desilusionado, Misi caminó hacia la calle. De repente, escuchó un llanto que provenía de un callejón. Decidido a ayudar, se dirigió allí y encontró a una perrita pequeña, aterrorizada y sola.
"Hola, perrita. ¿Qué te pasó?" - le preguntó Misi.
"Me perdí de mi familia y no sé cómo volver a casa..." - sollozó la perra.
Misi pensó en lo importante que era tener un hogar, y decidió ayudarla.
"No te preocupes, voy a ayudarte a encontrar a tu dueña. ¿Cómo se llama tu dueña?"
"Se llama Laura y siempre lleva una bufanda roja" - dijo la perrita.
Fue entonces cuando Misi decidió quedarse con la perrita. Juntos comenzaron a buscar a Laura, preguntando por el barrio. Preguntaron a algunos vecinos, pero nadie sabía nada. Sin embargo, la perrita nunca perdió la esperanza.
Tras un rato de búsqueda, llegaron a una plaza donde había mucha gente. Misi subió a un banco para ver mejor y, de repente, su mirada se ilumina. Al fondo, vio a una mujer con una bufanda roja!"¡Ahí está!" - gritó Misi y saltó del banco hacia la perrita. "¡Vamos!"
Misi y la perrita corrieron hasta la mujer y, al llegar, la perrita empezó a ladrar y a saltar de alegría.
"¡Cielo!" - exclamó la mujer, acercándose "¿Dónde estabas?"
Misi observó como la mujer abrazaba a la perra, y aunque sentía un poquito de envidia, al mismo tiempo estaba feliz de haber ayudado.
"Gracias por traerme de vuelta, amigo. Nunca olvidaré esto" - dijo la perra al gatito.
"Me alegra haber podido ayudar" - respondió Misi sonriendo.
Con el corazón contento, Misi continuó su camino, aprendiendo que aunque a veces no encontrara lo que buscaba, siempre había oportunidad de hacer el bien a los demás. En su siguiente parada, decidió entrar a una tienda de mascotas, donde notó que el dueño estaba buscando un nuevo hogar para los gatos que tenían en el lugar.
"¡Hola!" - dijo el hombre "¿Estás buscando un hogar?"
Y en ese momento, Misi se dio cuenta de que había elegido el lugar correcto. Después de todo, tal vez ese hombre pudiera ser su nueva dueña. En su corazón, comenzó a sentir que, al igual que había servido de ayuda a la perrita, ahora podría encontrar un hogar donde haría feliz a alguien más. El dueño de la tienda lo miró y comprendió que estaba destinado a estar ahí.
Así, Misi encontró la calidez y el cariño que tanto deseaba, en un lugar donde siempre había otros amiguitos esperando a ser adoptados. Y en su viaje, no solo halló un hogar, sino también la satisfacción de saber que ayudar a otros era parte de su propia felicidad.
FIN.