El Gatito que Encontraron Fabio y Lucía



Fabio y Lucía eran dos hermanos aventureros que vivían en un barrio tranquilo. Un soleado sábado, decidieron ir al parque a jugar con sus amigos. Mientras caminaban, escucharon un suave y triste maullido que provenía de unos arbustos.

"¿Qué fue eso?" - preguntó Lucía, mirando a su hermano con curiosidad.

"No sé, vamos a ver" - respondió Fabio, acercándose al sonido.

Al asomarse detrás de los arbustos, encontraron a un pequeño gatito, temblando de frío y con los ojos llenos de lágrimas.

"¡Pobre! Parece que está solo y tiene hambre" - exclamó Lucía.

El gatito, de pelaje atigrado, los miró con ojos grandes y tristes.

"Mirá, tenemos que ayudarlo. ¿Le decimos a mamá y papá?" - sugirió Fabio.

Lucía asintió con entusiasmo.

Al llegar a casa de sus padres, Fabio y Lucía contaron la historia del gatito.

"Mamá, papá, encontramos un gatito en los arbustos. Está solito y tiene hambre. ¡Debemos ayudarlo!" - dijo Fabio, con una mezcla de emoción y preocupación.

Los padres sonrieron, tocados por la bondad de sus hijos.

"Está bien, vamos a buscarlo" - dijo su mamá mientras su papá agarraba una caja.

Regresaron al lugar donde habían encontrado al gatito. Con cuidado, Fabio y Lucía lograron sacar al gatito de entre las ramas.

"No tengas miedo, pequeño. Te llevaremos a casa" - le murmuró Lucía mientras acariciaba su cabecita.

Una vez en casa, le dieron un tazón con leche y un plato lleno de comida. El gatito, al ver el festín, se puso a comer con avidez.

"Parece que le gusta" - rió Fabio.

"¡Sí! Y parece que también tiene algo de sueño" - agregó Lucía, al observar cómo el pequeño gatito se acurrucaba en su regazo.

Luego de alimentarlo, tuvieron una charla en familia.

"¿Qué vamos a hacer con él?" - preguntó Fabio, acariciando al gatito que había adoptado el nombre de —"Miau" .

"Podemos quedárnoslo, pero debemos asegurarnos de que podamos cuidarlo" - respondió su papá.

"Prometemos ayudar a cuidarlo, papá. ¡Cada uno puede hacer algo!" - dijo Lucía, emocionada.

Así, Fabio se encargó de llenarle el plato de comida, Lucía se ocuparía de darle agua fresca, su papá prometió llevarlo al veterinario y su mamá estaría a cargo del aseo del pequeño Miau.

Durante los días siguientes, Miau se convirtió en parte de la familia. Jugaban juntos, lo mimaban y lo cuidaban con mucho amor. Pero también aprendieron sobre la responsabilidad.

"No solo se trata de jugar con él, también debemos asegurarnos de que esté feliz y sano" - les decía su mamá mientras les mostraba cómo limpiarle la caja de arena.

Un día, mientras jugaban con Miau en el jardín, escucharon un fuerte trueno.

"¡Voy a buscar a Miau!" - gritó Fabio, corriendo hacia la casa.

"¡Ten cuidado, Fabio!" - le advirtió Lucía mientras lo seguía.

Al llegar al salón, Miau había encontrado un escondite: se había metido bajo el sofá y no parecía querer salir.

"Miau, no tengas miedo. Aquí estamos" - dijo Lucía, intentando sacarlo de allí. Después de un rato, con cariño y un poco de temor, lograron convencerlo a que saliera.

"¡Lo sabemos, Miau! Es solo un ruido, no te asustes" - le dijo Fabio, acariciándole la cabeza. Con el tiempo, Miau se dio cuenta de que cada vez que tronaba, su familia siempre estaba a su lado, brindándole amor y seguridad.

Así, el gatito creció rodeado de cariño, y Fabio y Lucía aprendieron lo valioso que era cuidar de un ser que te necesitaba.

Una tarde, mientras jugaban en el jardín con Miau, Fabio reflexionó.

"Me alegra haberlo encontrado ese día en los arbustos. Nos enseñó a ser responsables y a cuidar de los que amamos".

Lucía sonrió.

"Sí, y ahora formamos una hermosa familia. ¡Miau es nuestro mejor amigo!"

Y así, cada día, los hermanos y su gatito vivieron aventuras juntos, aprendiendo siempre a ser más amables y responsables con aquellos que dependen de nosotros.

La historia terminó, pero sus corazones y su hogar estaban llenos de amor y aventuras por venir.

FIN.

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