El gatito sin fronteras
Había una vez una niña llamada Isabella, que tenía 5 años y le encantaban los animales, en especial los gatos.
Siempre soñaba con tener uno de mascota, pero sus padres le decían que aún era muy pequeña para cuidar de un animalito. Isabella vivía en una casa con un hermoso jardín, donde solía pasar horas jugando y explorando. Un día, mientras estaba dibujando en el patio trasero, escuchó un ruido proveniente del arbusto cercano.
Curiosa como siempre, se acercó sigilosamente al arbusto y descubrió a un pequeño gatito blanco y gris escondido entre las hojas. El gatito tenía los ojos grandes y brillantes, y parecía estar asustado.
- ¡Hola! ¿Cómo te llamas? - preguntó Isabella con una sonrisa tierna. El gatito la miró con timidez pero no respondió. Isabella recordó que su mamá le había dicho que a veces los animales necesitan tiempo para confiar en las personas nuevas.
- No te preocupes gatito, no te haré daño. Soy amiga de todos los animales - dijo Isabella mientras extendía su mano hacia él. El gatito olfateó su mano lentamente y luego comenzó a frotarse contra ella.
Parecía estar contento de haber encontrado a alguien amable. Isabella decidió llevar al gatito a su casa para cuidarlo hasta encontrarle un hogar adecuado. Le puso el nombre de —"Copito" por su pelaje blanco como la nieve.
Durante varios días, Isabella y Copito se convirtieron en mejores amigos. Juntos jugaban, bailaban y dibujaban en el jardín. Isabella le enseñó a Copito cómo atrapar mariposas y a cambio, él la hacía reír con sus travesuras.
Un día, mientras paseaban por el parque cercano, Isabella encontró un cartel que decía: "Se busca un hogar amoroso para un gatito especial". Decidió llamar al número de teléfono que aparecía en el cartel para preguntar por la adopción.
La señora del otro lado del teléfono se alegró mucho de recibir la llamada de Isabella. Le explicó que el gatito especial era ciego y necesitaba una familia que lo cuidara y amara mucho. Isabella sintió un nudo en su garganta al enterarse de la situación del gatito.
Sabía que tenía una oportunidad única para hacer algo increíblemente bueno por Copito.
- ¡Mamá! ¡Papá! - exclamó emocionada cuando llegó a casa - ¡Encontré a alguien perfecto para adoptar a Copito! Isabella les contó todo sobre el gatito ciego y cómo ella estaba dispuesta a darle su amor incondicional. Sus padres se conmovieron por la nobleza de su hija y aceptaron ayudarla en esta nueva aventura. Así fue como Copito encontró su nuevo hogar junto a Isabella.
Juntos aprendieron muchas cosas: cómo moverse en la oscuridad sin miedo, cómo escuchar los sonidos del mundo y cómo confiar plenamente en alguien más.
Isabella comprendió que no importaba si Copito no podía ver con sus ojos, porque él veía con su corazón. Aprendió que el amor y la amistad no conocen barreras, y que siempre hay una forma de ayudar a los demás, incluso a aquellos que parecen diferentes.
Desde entonces, Isabella siguió cuidando y amando a todos los animales que llegaban a su vida. Y cada vez que dibujaba un gato en su cuaderno, recordaba la historia de Copito y cómo juntos habían encontrado el verdadero significado de la bondad y el compañerismo.
Y así, Isabella demostró al mundo entero que no importa qué tan pequeños seamos o cuántos obstáculos tengamos frente a nosotros, siempre podemos hacer cosas maravillosas si tenemos amor en nuestro corazón.
FIN.