El Gatito Travieso y el Ratón Curioso



Había una vez en un pequeño pueblo, un gatito llamado Miau. Miau era un adorable pelaje atigrado con ojos verdes brillantes. Le encantaba jugar y explorar, pero, a veces, se metía en problemas porque era un poquito travieso.

Un día, mientras exploraba el jardín de su dueña, Miau se encontró con un pequeño ratoncito llamado Tito. Tito era un ratón gris con una cola larga y delgada. Era curioso y siempre estaba buscando algo nuevo que hacer.

"¡Hola, Miau!" - dijo Tito, asomándose detrás de un tomate. "¿Jugamos juntos?"

Miau, que estaba pensando en cómo podría impresionar a Tito, decidió que debía encontrar algo que le sorprendiera. Vió una pequeña caja de brillantes canicas de colores que pertenecía a su dueña.

"Espera un momentito, Tito. Tengo algo increíble que quiero mostrarte" - dijo Miau, y corrió hacia la casa, abriendo la puerta con su patita.

Cuando volvió, sostenía la caja con la boca.

"¡Mirá!" - grité Miau. "Son canicas mágicas. ¡Podemos jugar con ellas!"

Tito se acercó con los ojos muy abiertos.

"¡Guau! ¡Son hermosas! Pero... ¿son tuyas?" - preguntó Tito, un poco dudoso.

Miau, sintiéndose un poco culpable, dijo:

"No, pero a nadie le importa. ¡Vamos a jugar!"

Así que empezaron a jugar, haciendo rodar las canicas por todo el jardín, riendo y saltando. Hasta que, de repente, la puerta de la casa se abrió y apareció la dueña de Miau, que había estado buscando la caja. Al ver a Miau y a Tito jugando con sus canicas, su rostro se tornó de sorpresa a enojo.

"¡Miau!" - exclamó la dueña. "¿Estás jugando con mis cosas sin permiso?"

Miau, con la cola entre las patas, sintió que su corazón se encogía. Tito, sintiéndose un poco culpable también, miró a Miau y dijo:

"Tal vez deberíamos haber preguntado primero..."

La dueña se agachó y miró a los dos pequeños.

"Es importante pedir permiso antes de tomar algo que no es nuestro, Miau. La verdad es que esas canicas son especiales para mí."

Miau se sintió muy avergonzado y dijo rápidamente:

"Lo siento. No quise hacerte enojar. Solo quise jugar..."

Tito, asintiendo, agregó:

"Sí, y fue una mala idea.

La dueña sonrió y dijo:

"Entiendo que quieran jugar, pero deben recordar que la verdad y el respeto son muy importantes. ¿Por qué no devuelven las canicas y me ayudan a recogerlas? Después, si quieren, podemos jugar todos juntos. ¿Qué les parece?"

Miau y Tito se miraron, asintiendo con las cabezas con alegría.

"¡Nos encantaría!" - dijeron al unísono.

Se pusieron a recoger las canicas, devolviéndolas a la caja con cuidado. Al terminar, la dueña les trajo otro juguete, y los tres jugaron felices en el jardín, aprendiendo que siempre era mejor decir la verdad y pedir permiso. Desde ese día, Miau y Tito siempre se aseguraron de respetar las cosas de los demás.

Así, el gatito y el ratoncito aprendieron una valiosa lección de amistad y honestidad, prometiendo nunca más tomar cosas sin permiso. Y desde entonces, los juegos en el jardín fueron aún más divertidos, porque la diversión se compartía con respeto.

Y colorín colorado, este cuento está terminado.

FIN.

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