El Gatito y el Juego de Escondidas



Había una vez un gatito llamado Toma Aguita, que vivía en una hermosa casita al borde de un parque lleno de flores y árboles altos. Un caluroso día de verano, Toma Aguita decidió que necesitaba refrescarse un poco, así que se fue a buscar a su mejor amigo, un perrito llamado Salta Cuánto.

"¡Hola, Salta Cuánto!" – dijo Toma Aguita. – "¿Querés jugar?"

"¡Hola, Toma! ¡Sí, me encantaría! ¿Qué hacemos?" – respondió Salta Cuánto moviendo su cola emocionado.

"Podemos jugar a las escondidas, como siempre. Pero esta vez, yo seré el que cuenta primero." – propuso Toma Aguita.

"¡Genial!" – ladró Salta Cuánto. – "Contame hasta treinta para que yo pueda esconderme bien."

Toma Aguita cerró los ojos y comenzó a contar:

"Uno, dos, tres..."

Mientras contaba, Salta Cuánto se asomó a ver dónde podía esconderse.

"¡Ya sé!" – pensó, mientras corría hacia atrás de un gran arbusto.

Cuando Toma Aguita terminó de contar, dijo:

"¡Listo! ¡Voy a encontrarte!"

Comenzó a buscar entre los árboles y debajo de algunos bancos del parque, pero no podía encontrar a su amigo.

"Hmm, ¿dónde estará?" – murmuró Toma Aguita.

Al pasar un rato, decidió mirar detrás del gran arbusto donde siempre se escondían.

"¡Te encontré!" – gritó feliz al ver la colita de Salta Cuánto.

"¡Ay! ¡Me atrapaste!" – rió Salta Cuánto al salir de su escondite. – "¡Es tu turno!"

Luego fue el turno de Salta Cuánto de contar y Toma Aguita corrió a buscar un lugar donde esconderse. Iba a meterse detrás de unos troncos caídos, pero de repente escuchó un ruido extraño.

"¿Qué fue eso?" – se preguntó el gatito, asomándose con curiosidad.

El ruido venía de un pequeño arbusto cercano. Toma Aguita se acercó un poco más y vio a un pequeño pájaro que parecía haber caído de su nido.

"Oh no, pobrecito. Está solo aquí, ¡tengo que ayudarlo!"

Decidido a ayudar, Toma Aguita corrió en busca de Salta Cuánto.

"¡Salta Cuánto! ¡Vení! ¡Necesito tu ayuda!"

"¿Qué pasó?" – preguntó Salta Cuánto, alarmado.

"Encontré un pajarito que se cayó de su nido. No puede volar y necesita volver a su casa."

"¡Vamos a ayudarlo!" – contestó Salta Cuánto, sin dudarlo.

Los dos amigos se acercaron al pajarito, que miraba alrededor con miedo.

"No te preocupes, te vamos a ayudar a regresar a tu nido" – dijo Toma Aguita.

"Sí, seguro que podemos!" – añadió Salta Cuánto. "¿Dónde está tu casa?"

El pajarito, con voz temblorosa, respondió:

"S-sí, está en la rama de ese gran árbol. Pero no sé cómo llegar allí..."

Después de pensar un momento, Toma Aguita tuvo una idea.

"Salta Cuánto, si trepamos al árbol, podemos ayudar al pajarito. ¿Qué te parece?"

"¡Eso es!" – exclamó Salta Cuánto, lleno de entusiasmo. – "¡Vamos!"

Así que ambos, con mucho cuidado, se acercaron al árbol. Salta Cuánto era muy ágil y logró subir hasta la primera rama.

"¡Pajarito! ¡Te voy a pasar un poco más arriba!" – dijo mientras intentaba agarrar al pajarito con su hocico, delicadamente.

Con una gran concentración, Salta Cuánto logró sostener al pajarito y Toma Aguita lo ayudó.

"¡Uno, dos, tres, y...!" – dijo Toma Aguita.

Con un pequeño salto del perrito y un empujoncito del gatito, pudieron llevar al pajarito de nuevo a su nido.

"¡Lo logramos! Ahora estás a salvo!" – exclamó Toma Aguita, muy orgulloso.

"¡Gracias, amigos! ¡No sé qué habría hecho sin ustedes!" – cantó el pajarito desde la seguridad de su nido.

Después de su gran aventura, Toma Aguita y Salta Cuánto regresaron al lugar donde habían dejado el juego.

"¿Y ahora, seguimos jugando a las escondidas?" – sugirió Salta Cuánto.

"Sí, pero ahora somos un equipo. ¡Siempre hay que ayudar a los demás!" – dijo Toma Aguita con una sonrisa.

"¡Exacto! ¡Esto fue lo más divertido!" - sonrió Salta Cuánto.

Desde aquella tarde, siempre que jugaban, no solo disfrutaban de esconderse, sino que también recordaban lo valioso que era ayudar a aquellos que lo necesitaban.

Así, el gatito y el perrito se volvieron los mejores amigos, aprendiendo que la amistad y la solidaridad hacen las aventuras mucho más especiales.

Y así, disfrutaron del resto del día, bajo la sombra de los árboles, corriendo y jugando, sabiendo que juntos podían hacer un gran equipo.

FIN.

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