El gato cibernético de Tomás



Había una vez un niño llamado Tomás, que iba a la escuela secundaria y tenía un gran miedo a usar la computadora de la sala de informática.

Siempre pensaba que si tocaba algo mal, ¡la rompería! Un día, mientras Tomás caminaba por el parque después de clases, vio a un gato negro con ojos brillantes que parecía mirarlo fijamente. El gato se acercó lentamente y comenzó a maullar suavemente.

Tomás se sorprendió al ver cómo el gato parecía querer decirle algo. "¿Qué pasa, amiguito? ¿Estás perdido?" -preguntó Tomás con curiosidad. El gato continuó maullando y moviendo la cola como si quisiera llevar a Tomás a algún lado.

Sin dudarlo, el niño decidió seguir al misterioso felino hasta llegar a una casa abandonada en medio del bosque. Dentro de la casa, había una vieja computadora cubierta de polvo. El gato se subió en el teclado y comenzó a golpear las teclas con sus patitas.

Para sorpresa de Tomás, la pantalla cobró vida y mostró un juego educativo muy divertido. "¡Wow! ¿Cómo lo hiciste?" -exclamó Tomás maravillado. El gato siguió jugando y animó a Tomás para que intentara hacerlo también.

Con un poco de temor, el niño se sentó frente a la computadora y empezó a mover el mouse siguiendo los pasos del gato. Poco a poco fue perdiendo el miedo y disfrutando del juego.

Los días siguientes, Tomás regresaba secretamente a la casa abandonada para jugar con su nuevo amigo felino en la computadora. A medida que practicaba más, ganaba confianza en sí mismo y descubría todo lo que podía aprender y hacer en ese mundo virtual.

Un día, cuando ya se sentía todo un experto en tecnología gracias al inesperado mentor animal, decidió mostrarle sus avances al resto de sus compañeros en la escuela. Todos quedaron impresionados por lo que había logrado aprender gracias al gato misterioso.

Tomás entendió entonces que no debía tener miedo de probar cosas nuevas porque siempre habría alguien o algo dispuesto a ayudarlo en el camino.

Desde ese día en adelante, él y su amigo felino seguían explorando juntos todas las maravillas que la tecnología les ofrecía.

Y así fue como Tomás superó su miedo inicial e incluso llegó a convertirse en uno de los mejores estudiantes de informática de toda su clase, demostrándose así mismo que era capaz de lograr grandes cosas si se lo proponía. Desde entonces, cada vez que veía un gato negro paseando por ahí sonreía recordando aquella aventura tan especial que le enseñó una valiosa lección: nunca subestimar su propio potencial por temor al fracaso.

FIN.

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