El Gato de los Ojos Amarillos
Érase una vez en un pequeño pueblo, un gato azul ruso llamado Maravilla, conocido por sus brillantes ojos amarillos que brillaban como dos estrellas en el cielo nocturno. Maravilla era un gato muy curioso, siempre explorando los rincones del mundo que lo rodeaba. Un día, mientras paseaba por el parque, se encontró con un pequeño grupo de animales reunidos en círculo, murmurando y moviendo las patas enérgicamente.
"¿Qué pasa?" - preguntó Maravilla, acercándose con interés.
Los animales lo miraron con sorpresa y un poco de temor.
"Es un misterio, Maravilla. ¡La tortuga Pepa ha perdido su camino hacia el río!" - dijo un pajarito.
Maravilla, emocionado por la aventura, decidió ayudar.
"¡No se preocupen! ¡Yo puedo guiar a Pepa hasta el río!" - exclamó.
La tortuga Pepa era un poco lenta, pero con su sabiduría, le explicó el camino hacia el río. Maravilla se puso a su lado y comenzó a saltar y jugar mientras la tortuga se movía a su propio ritmo.
"¡Vamos, Pepa! ¡Cuento hasta tres y saltamos todos juntos!" - dijo Maravilla, entusiasmado.
"No puedo saltar como vos, Maravilla, pero puedo caminar despacito. ¿Te gustaría que te contara una historia mientras llegamos?" - propuso Pepa.
Maravilla estuvo de acuerdo, y Pepa comenzó a narrarle la historia de cómo había cruzado el bosque una vez, en busca de su hoja favorita, una que brillaba como el sol.
Mientras avanzaban, comenzaron a cruzar un prado maravilloso lleno de flores de colores radiantes. Maravilla se detuvo, maravillado por su belleza.
"¡Mirá todas estas flores, Pepa! ¡Son como un arcoíris! ¿Puedo jugar un poco?" - pidió Maravilla.
"¡Claro! Pero no te alejes demasiado, no quiero perderte en esta aventura" - respondió Pepa con una sonrisa.
Maravilla corrió entre las flores, sintiendo la suave brisa en su pelaje. Pero mientras corría, se distrajo tanto que se adentró en un lugar desconocido. Cuando se dio cuenta, se encontró en un claro lleno de sombras.
"¡Oh no! ¿Dónde estoy?" - exclamó el gato, un poco asustado.
"¡Maravilla! ¡Estoy aquí!" - llamó Pepa, acercándose lentamente.
"Me perdí, Pepa. No debería haberme alejado." - dijo Maravilla, su corazón latiendo con fuerza.
"A veces, perderse puede ser parte de la aventura. Lo importante es no rendirse y seguir buscando el camino hacia casa. Vamos juntos." - aseguró Pepa.
Impulsado por la paciencia y sabiduría de su amiga, Maravilla decidió no desanimarse y juntos comenzaron a explorar. Pronto escucharon un murmullo suave; era el sonido del río. Con cada paso que dieron, las sombras comenzaron a desvanecerse y la luz comenzó a filtrarse entre los árboles.
"¡Eso es, Maravilla! ¡Escuchá! Ahí está el río, estamos cerca!" - exclamó Pepa emocionada.
Maravilla, sintiendo la emoción de su pequeña amiga, se llenó de esperanza. Corrieron hacia el sonido y, finalmente, llegaron al río resplandeciente, donde el sol hacía brillar el agua como un espejo.
"¡Lo logramos, Pepa!" - gritó Maravilla, saltando de alegría.
"¡Sí! Nunca es de más recordar que las aventuras pueden tener sus desafíos, pero siempre hay luz al final del camino!" - repuso Pepa con su sabiduría habitual.
Desde ese día, Maravilla y Pepa se volvieron inseparables. Maravilla aprendió que siempre hay un camino hacia la esperanza, y que no importa cuán difícil sea la situación, la compañía de amigos puede iluminar los senderos más oscuros. Y así, cada tarde, se aventuraban juntos, descubriendo maravillas y compartiendo historias, siempre volviendo a casa con una sonrisa.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero el lazo de amistad entre Pepa y Maravilla seguirá creciendo con cada nueva aventura.
FIN.