El Gato, el Lobo y la Amistad
Había una vez un gato llamado Gato que vivía en una tranquila casita al borde del bosque. A Gato le encantaba comer, especialmente el delicioso pescado que su dueña le preparaba. Un día, mientras estaba en la cocina esperando su comida, un astuto lobo llamado Lobo apareció en su ventana.
"¡Hola, Gato!" saludó Lobo con una sonrisa burlona. "¿Tienes algo rico para compartir?"
Gato, cansado de que Lobo siempre lo molestara, le respondió:
"¡No tengo nada que compartir contigo!"
Pero Lobo era muy persuasivo. Durante un momento de distracción de Gato, se robó un enorme plato de pescado y empezó a devorarlo con gran hambre. Gato, al darse cuenta, se enojó muchísimo.
"¡Espera, Lobo! ¡Esa es mi comida!"
Lobo solo se rió a carcajadas:
"¡No me digas! Ahora es mío, ¡bueno está!" Y siguió comiendo sin preocupaciones.
Lleno de rabia, Gato decidió que necesitaba ayuda para enfrentar a Lobo. Marcaría el final de los abusos. Entonces, llamó a su mejor amigo, un perro llamado Perro.
"¡Perro, ven rápido! Lobo me robó mi comida y la está devorando. ¡Debemos hacer algo!"
Perro, que solía ser un poco más diplomático, dijo:
"Quizás podríamos hablar con Lobo y encontrar una solución pacífica. No quiero peleas, Gato."
Pero Gato no estaba de humor para charlas, así que decidió también llamar a Conejo, su amigo veloz y astuto.
"¡Conejo! Ven, necesitamos un plan para recuperar mi comida. Lobo tiene que aprender su lección."
Conejo, siempre listo para las aventuras, asintió con entusiasmo:
"¡De acuerdo, Gato! Vamos a pensar algo. Sé que Lobo es fuerte, pero juntos podemos ser más astutos."
Los tres amigos se reunieron en la casa de Gato y comenzaron a idear un plan. Después de un rato, Conejo dijo:
"¿Y si hacemos una trampa? Podemos atraerlo con un trozo de pescado y luego encerrarlo. Así aprenderá a no robar."
A Gato le pareció una gran idea, así que juntos colocaron un trozo de pescado más cerca del bosque como cebo. Luego se escondieron detrás de un arbusto a esperar a que Lobo llegara.
Cuando Lobo se acercó, olfateó el aire y, al ver el pescado, no pudo resistir la tentación.
"¡Oh, qué delicia!" exclamó Lobo, acercándose.
Pero justo cuando iba a agarrar el pescado, Gato, Perro y Conejo salieron de sus escondites:
"¡Sorpresa, Lobo! ¡Ahora sí estás atrapado!"
Lobo, sorprendido y confundido, intentó escapar, pero ya era tarde.
"¿Qué hicieron?" preguntó Lobo, un poco asustado.
Gato, con su voz enérgica, le dijo:
"Robaste mi comida, y eso no está bien. Necesitas aprender a pedir y no a robar. ¡Los amigos no hacen esas cosas!"
Perro agregó:
"Podríamos haberte compartido un poco si solo lo pedías. Nunca es demasiado tarde para aprender a ser amable."
Lobo, viendo que sus planes se habían frustrado, reunía coraje para responder:
"Lo siento, Gato. No debí haber robado tu comida. Quería algo delicioso y no pensé en las consecuencias."
Conejo, que siempre busca soluciones creativas, dio un paso adelante:
"Si realmente quieres comida, podemos ir juntos a buscar algo para compartir. No tienes que ser un lobo solitario."
Gato se detuvo a pensar:
"¿Compartir? ¿Con un lobo?"
Lobo asintió con fuerza:
"Prometo que será diferente. Solo necesito una oportunidad para demostrarlo."
Después de mucha charla, Gato decidió dar una segunda oportunidad a Lobo. Juntos, los cuatro amigos se aventuraron por el bosque buscando deliciosa comida. Desde ese día, Lobo aprendió a no robar y, en cambio, se convirtió en un buen amigo que siempre pedía permiso antes de disfrutar de un bocado.
Y así, Gato, Perro, Conejo y Lobo se volvieron un gran equipo, recordando siempre que la amistad es más importante que cualquier comida. Y que siempre, siempre, es mejor pedir ayuda que intentar ser astuto solo. Nadie aprendió esa lección mejor que Lobo, quien se prometió a sí mismo que nunca más robaría la comida de un amigo.
FIN.