El gato flaco del monte



Había una vez en un hermoso monte, un gato flaco llamado Simón. Simón vivía en una pequeña cueva al pie de la montaña, y su delgadez se debía a que siempre estaba buscando comida y aventuras.

Un día, Simón se aventuró más allá de su territorio usual y se encontró con una familia de ratones.

- ¡Hola, gato flaco! - dijo uno de los ratones, - ¿Qué haces por aquí? - Estoy buscando algo para comer, ¿tienen alguna idea de dónde podría encontrar algo sabroso? - respondió Simón. Los ratones le dijeron que la casa de un granjero cercano estaba llena de deliciosos alimentos.

A pesar de la desconfianza de los ratones, Simón decidió darles una oportunidad y se dirigió hacia la casa del granjero. Una vez allí, observó cómo los ratones recogían migajas de pan y granos de maíz. Simón se sintió tentado, pero recordó la amabilidad de los ratones y decidió no hacerles daño.

En su lugar, decidió hablar con el granjero. - Buen día, señor granjero. Soy Simón, el gato del monte. He venido aquí buscando comida, pero no quiero hacerles daño a los ratones que viven aquí.

¿Hay alguna manera en la que pueda colaborar con usted a cambio de algo de comida? - dijo Simón.

El granjero, sorprendido por la actitud del gato, le dijo que él tenía un problema con los roedores que dañaban sus cultivos, y que si Simón lograba mantener alejados a los ratones, le daría comida cada día. Simón aceptó el trato y se convirtió en el guardián de la casa del granjero.

Los ratones, agradecidos por la amabilidad de Simón, decidieron ayudarle a cazar pequeños insectos y gusanos para complementar su dieta. Con el tiempo, Simón se convirtió en un gato fuerte y saludable, y los ratones encontraron un lugar seguro y comida garantizada.

La convivencia pacífica entre ellos demostró que la amabilidad y la colaboración pueden cambiar vidas y crear lazos duraderos, sin importar las diferencias. Y así, el gato flaco del monte encontró un hogar, amigos y la felicidad.

FIN.

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