El Gato Guardián de la Navidad



Era la mañana de Navidad y la casa de los López estaba en silencio, esperando el mágico momento en que los niños se despertaran para abrir los regalos. Pero en el rincón de la habitación, bajo la cama, un pequeño gato llamado Miau observaba preocupado.

Miau era un gato curioso, con un pelaje suave y rayas grises que lo hacían parecer una pequeña sombra. Observaba desde su escondite cómo el árbol de Navidad, adornado con luces y esferas brillantes, esperaba ansiosamente la llegada de Papá Noel. Su corazón latía rápido.

"¿Dónde estará Papá Noel?" - pensó Miau, mientras escuchaba el susurro de las primeras luces de la mañana.

De pronto, escuchó el crujido de la puerta del cuarto de los niños que se abría. Miau se sobresaltó. "¡Oh no! ¡Tienen que despertar!" - se dijo a sí mismo.

Sin perder más tiempo, Miau decidió asumir el papel de guardián de la Navidad. Con un salto elegante, salió de su escondite y se dirigió al árbol.

"Si no hay regalos, la Navidad no será igual" - murmuró mientras miraba los adornos. Feo y sucio, pero con encanto propio, Miau se llenó de determinación.

Decidido a ayudar, recordó que la mamá de los niños siempre decía: "La Navidad es tiempo de dar, no sólo de recibir".

"Tal vez, si yo le doy un motivo a Papá Noel para venir, él se apurará a traer los regalos" - pensó con una chispa de inspiración.

Así que Miau se puso a trabajar. Primero, comenzó a recoger algunas de las esferas del árbol que se habían caído.

"Vamos, esferas, ¡a su lugar!" - exclamó mientras empujaba una con su patita.

Luego, puso en una pequeña caja de zapatos que había encontrado un montón de cosas que tenía: un ovillo de lana, una pluma de pajarito que había cazado, y una broma que le había hecho al perrito de la casa, que le había regalado una sonrisa.

"Todo esto puede ser un regalo para Papá Noel. Él siempre nos trae cosas bellas, y yo quiero que esta Navidad sea especial" - dijo convencido.

Miau subió a la mesa del comedor donde había dejado la caja y la llenó con sus tesoros.

"¡Eso es! Ahora sólo falta encontrar una manera de que Papá Noel lo sepa" - murmuró, mientras buscaba en la casa.

Mirando a su alrededor, Miau recordó que su dueña, Sofía, siempre escribía cartas a Papá Noel.

"¡Debo escribir una carta!" - se dijo, mientras corría hacia su escritorio. Encuentra un lápiz y comienza a rasguñar unas palabras en un papel.

"Querido Papá Noel, soy Miau, el gato de los López. Te estoy dejando un montón de cosas que creo que puedes disfrutar. Por favor, asegúrate de traer los regalos antes de que los niños se despierten. ¡La Navidad debe ser mágica!"

Con su pequeña carta lista, Miau se sintió satisfecho.

Pero entonces escuchó una voz. Era Rubén, el hermano mayor, que decía desde la cama: "¡Sofía, ya es Navidad!"

El corazón de Miau se aceleró.

"¡No tengo más tiempo!" - gritó. Así que tomó la caja con sus tesoros, y antes que los niños pudieran levantarse, la colocó bajo el árbol junto con la carta, tapándola un poco con las esferas que había acomodado.

En ese momento, un sonido mágico llenó la habitación. Un destello de luz iluminó el árbol y aunque Miau no lo podía creer, papá Noel hizo su aparición.

"¡Hola, pequeño Miau!" - dijo Papá Noel sonriendo "¡Gracias por lo que dejaste! Me has dado una gran idea", y empezó a poner regalos alrededor del árbol a una velocidad sorprendente.

Los minutos pasaron volando y, en un abrir y cerrar de ojos, papá Noel había terminado. Sin perder más tiempo se despidió con una sonrisa y desapareció en un destello de luz.

Miau se sintió aliviado y orgulloso de haber hecho algo especial. Finalmente, sintió el ruido de los niños despertándose.

"¡Mamiii, despertá! ¡Es Navidad!" - gritó Rubén, corriendo hacia el árbol.

Sofía lo siguió, y ambos se sorprendieron con lo que encontraron.

"¡Mirá todos los regalos!" - exclamó Sofía, mientras Miau se sentaba a su lado, haciendo un pequeño estiramiento como si nada hubiera pasado.

Así, Miau no solo salvó la Navidad, sino que enseñó a los niños el verdadero significado de dar. Desde ese día, cada Navidad, los niños dejaban un regalo especial para Miau como agradecimiento por su gran gesto.

Y así, Miau se convirtió en el gato guardián de la Navidad. Y cada año, recordaba que lo más importante de la Navidad no eran solo los regalos, sino la alegría de compartir y dar amor a los demás.

FIN.

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