El gato herido y su amiga fiel
Camila era una niña muy especial. Vivía en una casa pequeña, pero llena de amor y cariño.
Su mamá trabajaba todo el día y su papá había fallecido cuando ella era muy pequeña, así que muchas veces se quedaba sola en casa. Un día, mientras estaba jugando con sus muñecas, escuchó un ruido extraño afuera de la ventana. Se asomó y vio a un gatito blanco y negro que parecía estar perdido. - ¡Mamá! ¡Mamá! -gritó Camila-.
Hay un gatito afuera que está maullando mucho. Creo que está perdido. Su mamá salió corriendo al patio y vio al gatito también. - Pobrecito, parece estar asustado -dijo su mamá-.
¿Quieres intentar acercarte para ver si lo puedes tocar? Camila se acercó lentamente al gatito, que seguía maullando sin parar. Pero cuando llegó cerca de él, el gato empezó a correr hacia otro lado.
- Parece que no quiere estar cerca de mí -dijo Camila triste-. ¿Qué podemos hacer para ayudarlo? - Podemos ponerle algo de comida y agua en un plato afuera de la ventana -sugirió su mamá-. Así podrá comer si tiene hambre.
Así fue como Camila y su mamá pusieron un plato con comida y otro con agua afuera de la ventana. El gatito comió toda la comida rápidamente y después se alejó lentamente. Pero al día siguiente, el gatito volvió otra vez a buscar más comida.
Y después de eso, empezó a venir cada día a la misma hora para comer y jugar un poco con Camila. - Creo que se está acostumbrando a nosotros -dijo su mamá sonriendo-.
¿Qué tal si le ponemos un nombre? - ¡Sí! ¡Podemos llamarlo Oreo por sus colores blanco y negro! -sugirió Camila emocionada. Así fue como Oreo se convirtió en el nuevo amigo de Camila. Juntos pasaban horas jugando en el patio y compartiendo aventuras.
Pero un día, cuando volvieron de la escuela, encontraron que Oreo no estaba afuera esperándolos como siempre. - ¿Dónde estará? -se preguntaba Camila angustiada-. Espero que no le haya pasado nada malo.
Pasaron varios días sin ver al gatito y Camila empezaba a preocuparse más. Pero un día, mientras estaba haciendo sus tareas escolares en su habitación, escuchó un maullido muy fuerte afuera de la ventana. - ¡Mamá! ¡Mamá! Es Oreo, está afuera otra vez -gritó emocionada.
Cuando fueron afuera encontraron a Oreo con una herida en una pata. Su mamá lo llevó al veterinario para curarlo y después lo trajeron de vuelta a casa. Camila cuidó de él durante todo el tiempo que necesitó para recuperarse.
Le dio medicinas, le hizo curaciones y lo acompañó siempre hasta que pudo caminar bien otra vez. Después de ese incidente, Oreo decidió quedarse definitivamente con ellos en casa.
Y así fue como Camila aprendió la importancia de ayudar y cuidar a los animales, pero también aprendió que el amor y la amistad pueden ser encontrados en los lugares más inesperados.
FIN.