El Gato Malo y el Ratón Sabio



Había una vez en un pequeño vecindario un gato llamado Rayas, conocido por ser el gato más travieso y malicioso del lugar. Rayas pasaba sus días asustando a los pájaros, persiguiendo ranas y, sobre todo, intentando atrapar a todos los ratones que se encontraba. Pero, a pesar de sus esfuerzos, siempre fallaba, sobre todo porque sus planes eran sencillos y a menudo predecibles.

Un día, mientras descansaba debajo de un árbol, Rayas vio un pequeño ratón llamado Risi que salía de su agujero, buscando algo para comer. Con una sonrisa maliciosa, el gato avanzó sigilosamente, pensando que finalmente habría encontrado su presa.

"¡Hoy es un buen día para ser un gato!", pensó Rayas mientras se acercaba.

Pero Risi era más astuto de lo que Rayas imaginaba. El pequeño ratón no se asustó y, en vez de correr, se quedó quieto y miró al gato.

"¿Qué vas a hacer, gato malo?", preguntó Risi con una voz segura.

Rayas se detuvo en seco, sorprendido por la valentía del ratón.

"Voy a atraparte y llevártelo a casa como mi premio", respondió Rayas, tratando de sonar amenazador.

"¿Y qué harías con un ratón en casa?", le preguntó Risi, curioso.

Rayas nunca había pensado en eso.

"Bueno, podría… jugar contigo y… comer un bocadillo", dijo el gato, sintiéndose un poco nervioso.

"Jugando y comiendo, ¿eh? Eso no suena muy divertido. Los ratones no vivimos para ser comida, sino para vivir, explorar y disfrutar. ¿No te gustaría que seamos amigos en vez de enemigos?", sugirió Risi con una sonrisa.

Rayas frunció el ceño.

"¿Amigos? ¿Cómo podés pensar en eso? ¡Sos un ratón!".

"¡Eso no importa! Puedo enseñarte muchas cosas y hacer juegos divertidos. Solo porque soy un ratón no significa que no puedo tener amigos. Aprender a compartir sería algo genial!" afirmó Risi mientras se acercaba un poco más al gato.

Rayas se sintió confundido. Por un lado, había sido entrenado para ser un gato malo, pero por otro lado, la idea de tener un amigo le parecía emocionante.

"¿Qué tipo de juegos podríamos jugar?", preguntó Rayas, dando un paso atrás y dejando de lado su instinto cazador.

Risi sonrió, viendo que había logrado hacer dudar al gato.

"Podemos jugar a las escondidas, hacer carreras en el jardín, e incluso descubrimos juntos las cosas fascinantes del mundo. Jugar no necesita ser una lucha, ¡puede ser divertido!".

Rayas se rascó la cabeza, pensando.

"Pero lo que importa es que yo soy un gato y vos sos un ratón. ¿No deberíamos estar en lados opuestos?".

"Los opuestos pueden ser amigos si quieren serlo. ¡La vida es más divertida con amigos de diferentes colores!", dijo Risi con energía.

Rayas y su instinto de gato malo empezaron a desvanecerse. Luego de unos momentos de reflexión, finalmente hizo un gesto amistoso.

"Está bien, ratón. Probemos tu idea. Pero si me haces enojar, ¡te seguiré llamando malo!".

Risi soltó una risa alegre y juntos comenzaron a jugar. Lo que comenzó como un encuentro lleno de tensión, se convirtió en una tarde de travesuras y risas.

Con el paso del tiempo, Rayas se dio cuenta de que ser un gato malo y solitario no le traía diversión, y que los amigos eran mucho más valiosos que cualquier pieza de la caza. Risi, por su parte, enseñó a Rayas que los estereotipos no definen lo que somos y que siempre podemos encontrar puntos en común.

Así, un gato malo y un ratón sabio formaron una amistad inusual pero hermosa, aprendiendo el uno del otro y disfrutando juntos de la vida en el vecindario. Nunca más Rayas volvió a ser el gato malo, y siempre recordará la enseñanza de su gran amigo Risi: que todos merecemos vivir en armonía y hacer amigos, sin importar las diferencias.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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