El gato mudo y el robot de la cueva



Érase una vez un curioso gato llamado Mute, que tenía un pelaje suave como la seda y ojos que brillaban como las estrellas. Sin embargo, había un pequeño detalle: Mute no podía maullar. A pesar de esto, era un gato muy feliz y aventurero, siempre buscando nuevas maneras de jugar y explorar su mundo.

Un día, mientras saltaba de un lado a otro en el parque, Mute se distrajo persiguiendo una mariposa de colores brillantes. Sin darse cuenta, tropezó y cayó en una profunda cueva. Cuando se dio cuenta, el gato miró a su alrededor y vio que estaba completamente rodeado de oscuridad. Justo cuando pensaba que no podría salir, escuchó un extraño sonido que resonaba en la cueva.

De repente, apareció un robot llamado Robi, que brillaba con luces de colores y tenía una voz amigable.

"¡Hola! ¿Quién sos?" - preguntó Robi.

Mute, que no podía responder, hizo un gesto con su patita, como indicando que necesitaba ayuda. Robi sonrió y dijo:

"¡No te preocupes! Estoy aquí para ayudarte. Soy un robot explorador, y esta cueva es mi hogar. A veces, los gatos como vos vienen a aventura aquí. Te voy a enseñar sobre este lugar mágico."

Juntos, empezaron a explorar la cueva. Mute siguió a Robi, que le mostró muchas maravillas: estalactitas que brillaban como diamantes, ríos subterráneos que iluminaban el camino y una flora impresionante que crecía a los lados.

"¿Ves esa ciudad?" - dijo Robi, señalando a lo lejos. "Es una ciudad secreta de criaturas que viven bajo tierra. Son muy amigables, pero también están un poco asustadas por el mundo exterior."

Intrigado, Mute se acercó un poco más mientras Robi activaba sus luces de colores. Cuando llegaron a la entrada de la ciudad, una multitud de criaturas emergedió de las sombras, mirándolo con curiosidad.

"¡Hola! Soy Robi, y este es mi amigo Mute. Venimos a conocerlos, y a ver si ustedes pueden ayudar a Mute a salir de la cueva," - explicó Robi.

Las criaturas, que eran muy diferentes entre sí, comenzaron a hablar entre ellas, balbuceando palabras. A Mute le fascinaba ver cómo se comunicaban. Entonces, Robi tuvo una idea.

"¿Y si le mostramos a Mute cómo comunicarse? Quizás así podamos ayudarlo a salir con nuestra ayuda."

Las criaturas aceptaron la propuesta. Enséñaron a Mute cómo podían hacer sonidos con sus cuerpos; algunos usaban el viento, mientras que otros hicieron movimientos con sus patitas. Aunque Mute no podía maullar, encontró una forma creativa de comunicarse: ¡usando sus patas para dibujar en la tierra!"Esto es genial!" - exclamó Robi. "Cada uno de ustedes puede entenderlo a su manera."

Entonces, Mute dibujó un mapa que señalaba la salida de la cueva, utilizando su nuevo lenguaje. Las criaturas empezaron a aplaudir, entusiasmadas por los avances del gato mudo.

Con la ayuda de Robi y las criaturas de la ciudad, Mute aprendió a comunicarse de distintas maneras. Cuando se sintió listo, decidieron seguir el mapa y hallar la salida.

Mientras se acercaban a la entrada, Mute y sus nuevos amigos se encontraron con un gran obstáculo: una roca enorme bloqueaba el camino. Todos se miraron preocupados. Sin embargo, Robi tuvo una idea brillante.

"Si unimos nuestras fuerzas, podemos moverla. ¡Contemos hasta tres!"

Todo el mundo se alineó, y al llegar a tres, todos juntos empujaron con sus manos, patas y dispositivos. La roca comenzó a moverse lentamente, y luego, con un gran esfuerzo, ¡pasó!

Finalmente, saboreando la victoria, Mute y sus amigos llegaron a la salida. Con un gran salto, Mute salió de la cueva, mirando hacia atrás.

"¡Hasta pronto, amigos!" - dibujó en el suelo para despedirse, como un agradecimiento por todo.

Robi y las criaturas lo saludaron con alegría, prometiendo que un día volverían a encontrarse. Y así, aunque Mute no podía pronunciar una sola palabra, había encontrado su propia voz a través de la amistad.

Desde entonces, Mute no sólo exploró su mundo, sino que también supo que la comunicación puede ir más allá de las palabras. Cada uno puede encontrar su propia forma de expresarse y crear conexiones,

Y en sus aventuras, el gato mudo recordaba siempre su increíble experiencia en la cueva, con un brinco en su paso y alegría en su corazón.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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