El gato pintor


Había una vez un gato llamado Simón que vivía en un pequeño pueblo. Era un gato muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras paseaba por las calles del pueblo, encontró una caja llena de crayones de colores. Simón se acercó a la caja y comenzó a explorarla con su pata. Al ver los crayones, una idea brillante cruzó por su mente.

Decidió llevarse algunos crayones para crear obras de arte en las paredes del pueblo. Sin pensarlo dos veces, Simón agarró los crayones y se dirigió a la plaza principal del pueblo. Allí encontró una pared blanca perfecta para comenzar su obra maestra.

Con mucha concentración, empezó a dibujar líneas en forma de espirales y zigzags. Cuando terminó su primera obra, Simón se sintió tan orgulloso de sí mismo que decidió mostrarle su creación a todos los habitantes del pueblo.

Se subió al tejado de una casa cercana y empezó a llamar la atención con sus maullidos. Los vecinos salieron corriendo hacia la plaza y quedaron asombrados al ver el increíble mural que había creado Simón.

Todos aplaudieron emocionados y le pidieron al gato que hiciera más obras en diferentes lugares del pueblo. Simón aceptó encantado el desafío y durante varios días trabajó arduamente pintando murales en todas partes: en las paredes de las casas, en los árboles e incluso en el suelo.

Sus obras eran tan coloridas y llenas de vida que parecían cobrar vida propia. Pero un día, mientras Simón pintaba en la pared de una tienda, apareció el dueño furioso.

-¡¿Qué crees que estás haciendo, gato travieso? ! ¡Estás arruinando mi negocio! - gritó enfadado. Simón se asustó y trató de explicarle al dueño que solo estaba intentando embellecer el pueblo con sus obras de arte. Pero el hombre no quería escuchar razones y decidió atraparlo para llevarlo a la perrera.

Justo cuando parecía que todo estaba perdido para Simón, llegaron los niños del pueblo. Ellos habían estado siguiendo las huellas de colores dejadas por el gato y sabían qué había pasado.

Rápidamente se acercaron al dueño de la tienda y le pidieron que perdonara a Simón. Los niños explicaron cómo las obras del gato habían hecho que el pueblo se volviera más hermoso y alegre.

Convencidos por las palabras de los niños, los adultos cambiaron su actitud hacia Simón y decidieron convertir sus murales en una atracción turística. Desde ese día, Simón se convirtió en un artista muy famoso.

Sus obras eran conocidas en todo el país e incluso recibió invitaciones para exponer su arte en galerías internacionales. Pero lo más importante para él era ver cómo su arte había logrado transformar el pueblo y hacer feliz a todos sus habitantes.

Y así fue como Simón descubrió su verdadera vocación: alegrar la vida de los demás con sus líneas de expresión plástica. Y colorín colorado, esta historia ha terminado pero nunca olvides ser como Simón y nunca dejar de perseguir tus sueños, porque siempre hay una manera de hacer del mundo un lugar más hermoso.

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