El Gato Presidente



Había una vez un pequeño pueblo llamado Felinópolis, donde los niños jugaban y reían en las calles, y los gatos paseaban sin preocupaciones. En este pueblo vivía un niño llamado Lucas que adoraba contar historias. Lucas quería ser presidente algún día, no para tener poder, sino para hacer del mundo un lugar mejor para los niños.

Un día, mientras Lucas contaba un cuento a sus amigos en el parque, apareció un gato de pelaje negro azabache y ojos amarillos brillantes.

"¡Hola, chicos! Soy el Gato presidente, el primer gato que se postula para liderar Felinópolis", dijo el gato con una voz juguetona.

Los niños se rieron.

"¿Qué? Un gato como presidente, eso es una locura", exclamó Ana, la amiga de Lucas.

"No seas así, Ana. Tal vez tenga algo importante que decir", respondió Lucas, intrigado.

El gato saltó ágilmente sobre una mesa.

"He estado observando a todos en el pueblo. Ustedes no solo son niños, también son el futuro de Felinópolis. ¡Es momento de que ustedes tengan una voz!".

Sus palabras sorprendieron a todos. Luis, otro niño del grupo, dijo:

"¿Cómo podemos tener voz si solo somos niños?".

"¡Esa es la confusión! La edad no define la capacidad de ser escuchados. Pueden proponer ideas, hacer preguntas y, sobre todo, soñar en grande", contestó el gato.

Los niños miraron al gato con atención. Lucas, emocionado, sugirió:

"¡Podemos hacer una reunión y expresar nuestras ideas!".

El gato sonrió y movió la cola.

"¡Esa es la actitud! Organícense y elijan a un representante para llevar sus ideas a la plaza de Felinópolis. Vamos a mostrarles a los adultos que los niños también tienen poder".

Y así fue como los niños decidieron hacer un gran encuentro. Se pusieron a trabajar en sus propuestas. Algunos querían un parque más grande, otros pedían talleres de arte, y algunos querían más juegos en la plaza. Fue todo un bullicio de ideas.

Llegó el día de la reunión y los niños, emocionados, se reunieron con el Gato presidente. Llevaban carteles con sus propuestas y el gato se puso un sombrero de papel que había hecho uno de los niños.

"¡Estoy listo para escuchar!" exclamó el gato.

Con valentía, cada niño se acercó y compartió su idea. Al finalizar, el gato presidente dijo:

"¡Felicidades! Han demostrado que juntos pueden cambiar las cosas. Ahora los llevaré a hablar con el alcalde".

Los niños se miraron asombrados. ¿Sería posible que un gato los llevara ante el alcalde?"No se preocupen, yo con mi encanto felino me aseguraré de que nos escuchen", aseguró el gato.

Al llegar a la oficina del alcalde, la secretaria se sorprendió al ver a un grupo de niños junto a un gato que parecía estar en pie de igualdad con ellos.

"Hola, venimos a hablar con el alcalde sobre nuestras ideas para mejorar Felinópolis", dijo Lucas, decidido.

El alcalde, un hombre mayor con gafas, salió a recibirlos. Al ver al gato, no pudo evitar reírse.

"¿Un gato presidente? Esto es inusual".

"No es solo un gato, señor alcalde. Es nuestro Gato presidente que representa nuestras voces", dijo Ana con firmeza.

El alcalde, sorprendido por la valentía de los niños, decidió escucharlos. Cada niño presentó su propuesta con entusiasmo y, al final, el alcalde aplaudió.

"¡Son ideas maravillosas! Como alcalde, me comprometo a colaborar con ustedes para hacer de Felinópolis un lugar más divertido y alegre para los niños".

Los niños vitorearon y el Gato presidente se siente muy orgulloso.

"Verán lo importante que es alzar la voz. Este es sólo el comienzo de grandes cambios".

Desde ese día, los niños decidieron formar una asamblea y se reunían cada semana con el Gato presidente para seguir mejorando su pueblo, mostrando que no importaba la edad, siempre podían hacer diferencia.

Así, Felinópolis se convirtió en un lugar donde los sueños podían hacerse realidad, y todo comenzó con un gato que enseñó a los niños a no tener miedo de hablar y ser escuchados.

FIN.

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