El gato que no le gustaba comer ratones



En un tranquilo vecindario, había un gato llamado Tomás. Tomás era un gato atigrado, con grandes ojos verdes y un suave pelaje. Era muy querido por todos los niños del barrio, a quienes les encantaba jugar con él. Pero había algo peculiar en Tomás: a él no le gustaba comer ratones.

Un día, mientras descansaba en la sombra de un árbol, su amigo el perro Rufus se le acercó.

"¡Tomás! ¿Por qué no comes ratones como todos los demás gatos?" - preguntó Rufus, olfateando un trozo de carne.

"Es que no me gustan, Rufus" - respondió Tomás con voz suave. "Prefiero las verduras y la fruta. Se siente bien comer algo fresco y colorido."

Rufus se rascó la cabeza, confundido.

"Pero, ¡todos los gatos lo hacen! ¿No te preocupa eso?"

"Tal vez... pero cada uno tiene derecho a elegir lo que le gusta", dijo Tomás.

Poco después, Tomás decidió invitar a sus amigos a una picada saludable. Preparó ensaladas de frutas y verduras, y colocó todo en un hermoso mantel.

Cuando Rufus llegó, olfateó el aire y exclamó:

"¿Esto es lo que preparaste? ¡No se parece a un festín de gatos!"

"Pero esto es delicioso, ¡pruébalo!" - animó Tomás.

Rufus probó la ensalada de tomates y zanahorias, y su sorpresa fue grande.

"¡Está muy rico!" - dijo Rufus mientras disfrutaba de cada bocado.

Los demás animales, al ver a Tomás y Rufus divertirse, comenzaron a acercarse.

"¿Qué hacen?" - preguntó una urraca llamada Clara.

"¡Estás invitada! Estamos disfrutando de una picada de frutas y verduras!" - respondió Tomás.

Clara se unió al banquete, y pronto otros animales del vecindario, como la ardilla Sofía y el pato Pedro, también llegaron. Todos se sorprendieron al descubrir que les encantaban las verduras.

"Tomás, ¡esto es genial! Nunca pensé que algo saludable pudiera ser tan delicioso!" - exclamó Sofía.

Al ver que todos disfrutaban de la comida, Tomás se sintió muy feliz. Pero también notó algo curioso. Cada vez que un ratón pasaba cerca de ellos, se asomaba con curiosidad.

"¿Por qué no nos invitan?" - preguntó uno de los ratones, con una voz tímida.

Tomás, con su corazón amable, respondió.

"¡Por supuesto! ¡Más somos, mejor! Vení, probá. Hay de todo para todos!"

Los ratones, sorprendidos por la invitación, se acercaron y pronto estaban disfrutando de la picada junto a todos.

Al día siguiente, Tomás no podía creer lo que había pasado.

"Rufus, ¡somos un gran grupo ahora!" - dijo emocionado.

"Sí, ¡y todo gracias a vos, amigo!" - respondió Rufus.

Tomás se dio cuenta de que su decisión de no comer ratones había creado una verdadera amistad. Entendió que a veces es bueno ser diferente y seguir lo que realmente sientes, porque eso puede traer sorpresas maravillosas.

Desde entonces, Tomás organizó picadas saludables cada semana, y nunca más se sintió solo. Sus amigos aprendieron que la diversidad de gustos y preferencias hacía sus reuniones aún más sabrosas y alegres.

Y así, el gato que no le gustaba comer ratones transformó su vida y la de sus amigos, dejando una hermosa lección: hay muchas maneras de ser feliz y lo importante es disfrutar con aquellos que amas, sin importar sus diferencias.

FIN.

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