El Gato que Quería Volar
En un pequeño pueblo donde todos los animales vivían en armonía, había un gato llamado Tobi. Tobi era un gato muy curioso, siempre soñando con aventuras más allá de su jardín. Un día, mientras observaba a las aves volar en el cielo, se dijo a sí mismo:
"¿Por qué no puedo volar como ellas?"
Al día siguiente, decidió que lo intentaría. Tobi buscó la ayuda de sus amigos en el pueblo.
"¡Oye, Rino!" - llamó al rinoceronte. "¿Me puedes ayudar a construir unas alas?"
"¡Claro, Tobi! Pero no estoy seguro de que esto funcione..." - respondió Rino, con un susurro de duda.
Juntos, recolectaron cartones, plumas, y hasta una manta viejita que Tobi había encontrado en el cobertizo. Después de horas de trabajo, finalmente tenían unas alas enormes.
"¡Ahora, a probarlas!" - dijo Tobi con emoción.
Tobi subió a la rama más alta de un árbol, respiró hondo y saltó. Pero, en lugar de volar, cayó en un montón de hojas.
"¡Ay!" - exclamó. "Esto no salió como esperaba..."
A pesar del accidente, Tobi no se rindió. Pensó que quizás necesita un poco más de ayuda. Fue a hablar con Lili, la sapita, que siempre tenía ideas creativas.
"Lili, ¿tú crees que me puedes ayudar a volar?"
"Tal vez, Tobi. Pero quizás deberías intentar en vez de volar, saltar muy alto, como yo" - sugirió Lili.
"No sé, eso no suena tan emocionante..." - dijo Tobi, un poco desilusionado.
Pero, la idea de Lili fue muy intrigante. Así que decidió que, en vez de volar, trataría de saltar. Comenzó a practicar en el jardín, aprendiendo a saltar cada vez más alto.
Un día, mientras saltaba, escuchó un bullicio en la plaza del pueblo. Al ir a investigar, vio que había un gran problema: una pelota de los niños se había quedado atrapada en la rama más alta de un árbol.
"¡Ayuda! ¡Nadie puede alcanzarla!" - gritaron los chicos.
Tobi recordó cómo había estado practicando los saltos y decidió que era su momento de brillar.
"¡Yo puedo hacerlo!" - gritó con entusiasmo. Se preparó y con todo su esfuerzo, dio un gran salto.
"¡Vamos, Tobi!" - gritaron los niños. Tobi saltó lo más alto que pudo, y logró alcanzar la rama.
Con una vuelta elegante, empujó la pelota con su pata y la hizo caer.
"¡Lo hiciste!" - gritaron todos los niños, llenos de alegría.
Tobi sonrió, satisfecho y feliz.
"Gracias, Lili. Al final, saltar es bastante divertido" - dijo.
A partir de ese día, Tobi no solo dejó de lado su sueño de volar, sino que también se convirtió en el mejor saltador del pueblo y un héroe entre sus amigos. Además, lo más importante era que había aprendido a valorar sus propias habilidades y a no rendirse ante los obstáculos.
Y así, el pequeño gato que una vez soñó con volar, se convirtió en un gran saltador, siempre listo para ayudar a sus amigos.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
FIN.