El gato que se comía la comida de su vecino
Había una vez en un tranquilo barrio de Buenos Aires un chiquitín gato llamado Nicolás. Nicolás era un gato muy curioso y animal, con grandes ojos verdes y un retractable colmillo que asomaba cuando se reía. Sin embargo, era también un experto en escabullirse en casa del vecino, el señor Fernández, un amable anciano que siempre tenía a mano una bolsa de comida especial para gatos.
- “¿Por qué no puedo resistirme a su aroma? ” -pensaba Nicolás mientras olfateaba la puerta entreabierta del departamento del señor Fernández. Todos los días, el señor Fernández preparaba un delicioso plato de pescadito, y el pobre Nicolás no podía evitar saltar y entrar por la ventana.
Un día, mientras Nicolás disfrutaba un festín en la casa del vecino, escuchó al señor Fernández hablar con su amiga Marta.
- “Mi gato, Gastón, no ha comido bien últimamente, parece que no le gusta su comida...”
Nicolás, lleno de culpa, se detuvo un momento. Sabía que la comida que estaba devorando, en realidad, pertenecía a Gastón.
- “¡Oh, no! ¡Yo no quería que Gastón pasara hambre! ” -pensó Nicolás, mientras se imaginaba convertir la situación en algo maravilloso.
Ese mismo día, decidió que eso debía cambiar. Así que, al día siguiente, en lugar de correr hacia el departamento del señor Fernández, se quedó en su casa y se puso a pensar en cómo ayudar a Gastón. Después de un rato, se le ocurrió una idea brillante: ¡organizar un picnic gatuno con todos los gatos del barrio, donde cada uno traerá un platito de su comida favorita!
Emocionado, Nicolás fue a visitar a sus amigos, la gata Miranda y el gato Tomás.
- “¡Chicos! ¡Tengo una idea! ¿Qué les parece si hacemos un picnic para ayudar a Gastón? ”
- “Es un gran plan, Nicolás, ¿cómo lo haremos? ” -preguntó Miranda.
- “Cada gato puede traer un poco de su comida favorita. Así, además de compartir, podremos hacerlo sentir mejor y mostrarle que no está sólo.” -dijo Nicolás, moviendo su colita de entusiasmo.
Y así fue como los gatos del barrio se unieron en una hermosa mañana soleada. Cada uno trajo algo, desde atún hasta pollo, y hasta un par de latas de comida en gel. El picnic fue un éxito, y todos disfrutaron de la buena compañía y la rica comida.
Cuando el señor Fernández se enteró de la reunión y vio la alegría de los gatos, no pudo evitar sonreír.
- “¿Saben qué? Me encanta su idea, ¡yo también quiero unirme! ” -dijo el señor Fernández, llevando una canasta llena de galletitas para gatos que había horneado.
El picnic se convirtió en una gran fiesta, llena de risas y diversión. Gastón, emocionado, no sólo comió un montón, sino que también encontró en Nicolás un gran amigo.
- “Gracias, Nicolás. Eres un gato increíble.” -dijo Gastón mientras compartía un trozo de pescado con su nuevo amigo.
- “Gracias a vos, Gastón. Aprendí que compartir no solo hace feliz a los demás, sino que también nos hace sentir mejor a nosotros mismos.” -respondió Nicolás con una sonrisa.
Y así, no solo los gatos encontraron nuevas amistades, sino que aprendieron que la amistad se fortalece cuando uno se preocupa por los demás. Desde aquel día, Nicolás ya no sintió la necesidad de entrar a robar comida, y a cambio, comenzó a organizar más picnics para disfrutar con todos sus amigos.
La historia de Nicolás y sus nuevos amigos llegó a ser famosa en el barrio, recordándoles siempre a todos que compartir y cuidar a los demás es lo que realmente importa en la vida.
FIN.