El Gato que se Creía un Puma



Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Patitas, un gato llamado Rocco. Rocco no era un gato común y corriente; él estaba convencido de que era un feroz puma que había venido a la Tierra para defender a todos los animales del jardín. Su pelaje, un poco desaliñado y de un tono naranja pálido, lo hacía lucir más como un gato que como un puma, pero él no se dejaba influenciar por eso.

Un día, mientras Rocco estaba tomando el sol en un tronco, vio a una familia de pájaros discutiendo. Con paso firme, se acercó a ellos para hacer justicia.

- “¿Qué les pasa, amigos alados? ” - preguntó Rocco con su voz fuerte.

- “Es que el gato de la casa de al lado nos roba nuestros huevos” - contestó el más pequeño de los pájaros, temblando de miedo.

Rocco, con su gran actitud de puma, se dispuso a ayudar.

- “No puedo permitir que eso pase. ¡Voy a enfrentar al gato ladrón! ” - exclamó Rocco, inflando su pecho como si fuera el rey de la selva.

Salió de su hogar con gran determinación, creyendo que su rugido intimidaría al intruso. Sin embargo, cuando llegó a la casa vecina, se dio cuenta de que el gato ladrón era un enorme y musculoso gato negro llamado Tano, que lo miró con desdén.

- “¿Quién te crees, pequeño? ” - le dijo Tano, riendo.

Rocco sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no se iba a dar por vencido.

- “Soy Rocco, el feroz puma guardián de Villa Patitas. ¡Tienes que devolver esos huevos! ” - gritó, intentando sonar lo más amenazador posible.

Tano soltó una carcajada.

- “¿Feroz puma? ¡Pero si sólo eres un gato! ” - replicó Tano, burlándose de él.

Aquella risa resonó en el corazón de Rocco, pero en lugar de rendirse, decidió seguir adelante. Tuvo una idea brillante.

- “Si no me crees, ven a la selva conmigo. ¡Te mostraré lo que un verdadero puma puede hacer! ” - retó Rocco.

Sorprendido, Tano decidió seguirlo, pensando que se divertiría un rato y lo asustaría más. Así fue como Rocco y Tano se embarcaron en una aventura hacia el bosque que estaba al fondo del pueblo.

Una vez allí, Rocco se dio cuenta de que la selva estaba llena de sorpresas: desde mariposas de colores brillantes hasta una familia de venados que pastaban en paz. Pero, lo que Rocco no sabía, era que la selva también era hogar de muchos peligros.

De repente, un grupo de zorrinos apareció, y uno de ellos, muy travieso, corrió directo hacia ellos, asustado.

- “¡Ayuda, ayúdenme! ” - gritó el zorrino.

Rocco, lleno de valor, se lanzó hacia el zorrino, dispuesto a ayudarlo.

- “¡No te preocupes! ¡Soy Rocco el puma! ” - dijo mientras corría.

A su lado, Tano quedó atónito viendo cómo Rocco se enfrentaba a los zorrinos. Sin embargo, Rocco no estaba preparado para esto.

Los zorrinos, aunque juguetones, eran un poco más grandes de lo que Rocco había imaginado. Al ver el temor en los ojos de su pequeño amigo, Rocco tomó una decisión sabia.

- “Esperen, amigos zorrinos. ¡No vengan hacia nosotros! ¡Pensemos juntos! ” - propuso Rocco, recordando que no siempre la mejor solución es pelear.

Los zorrinos se detuvieron y miraron confundidos, y en ese instante, Tano decidió unirse a la conversación.

- “¡Hagamos una carrera en vez de pelear! Quién llegue primero al río, gana” - sugirió.

Todos los animales aceptaron el reto, y después de una difícil y divertida competencia, Rocco, Tano y los zorrinos hicieron una gran amistad. Aprendieron que a veces, la fuerza no es lo más importante, y que resolver los problemas hablando es mucho más valioso.

De regreso a Villa Patitas, Rocco y Tano se despidieron de sus nuevos amigos.

- “Gracias, Rocco, nunca pensé que un gato podría ser tan valiente” - dijo Tano, sorprendido.

- “Y yo nunca pensé que podrías ser tan divertido. ¡Tal vez no sea tan malo ser un gato después de todo! ” - respondió Rocco, tomando conciencia de lo que realmente hacía héroe.

Desde aquel día, Rocco no tuvo que pensar más en ser un feroz puma. Se dio cuenta de que ser un gato ya era bastante especial, y que su valentía estaba en su corazón, no en su apariencia. Además, siguió ayudando a sus amigos y protegiendo su hogar, pero siempre con una sonrisa y un espíritu amistoso.

Y así fue como el pequeño Rocco aprendió que la verdadera fuerza no viene de gritar o parecer fuerte, sino de ser un buen amigo y ayudar a los demás en los momentos difíciles.

FIN.

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