El Gato Solitario y la Navidad de la Amistad
Era Nochebuena en el vecindario de Villa Felina, y todos los animales se preparaban para la gran fiesta. Perros, pájaros y hasta los patos de la plaza estaban emocionados, pero un pequeño gato llamado Tomi se sentía muy solo. Tomi era un gato de pelaje negro con grandes ojos verdes, y aunque era muy bueno corrigiendo su papá, nunca pudo encontrar amigos. Todos los días observaba desde su ventana cómo los demás jugaban y se reían juntos.
Esa noche, mientras miraba por la ventana, vio que en la plaza había una gran fiesta. "¡Qué lindo se ve!", pensó Tomi. Pero al mismo tiempo, sintió un nudo en su estómago y un susurro de tristeza.
"¡Tomi! ¡Ven a jugar!", gritó Lío, el perro del vecino, desde la plaza, pero Tomi bajó la mirada. No sabía cómo unirse.
Mientras tanto, los fuegos artificiales empezaban a estallar y Tomi decidió salir a dar un paseo. Con sus manitas descalzas, recorrió el barrio, sintiendo el frescor de la noche. En su caminata, vio a un grupo de animales disfrutando en la plaza. Se acercó un poco más y escuchó:
"¡Vengan a bailar! ¡Es la mejor fiesta de Navidad!", exclamó Pinta, la loro del faro, y todos aplaudieron emocionados.
Tomi se sintió cada vez más solo. Justo en ese momento, se cruzó con una gata blanca llamada Luna, que lucía tan triste como él. Decidió acercarse.
"Hola, soy Tomi. ¿Por qué no estás en la fiesta?", preguntó tímidamente.
"Hola, Tomi. No tengo amigos. Vine aquí, pero nadie se da cuenta de que estoy sola...", respondió Luna, bajando la mirada.
Tomi sintió tristeza por su nueva amiga. Juntos se sentaron a un costado de la plaza y comenzaron a hablar. Pronto, se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común.
"Si sólo tuviéramos amigos...", suspiró Tomi.
"Quizás deberíamos ir a pedirles que nos incluyan en la fiesta", dijo Luna, con un brillo de esperanza en sus ojos.
"¡Sí! ¡Vamos a intentarlo!", exclamó Tomi.
Juntos, dieron un paso hacia la música festiva. Se armó de valor y gritaron:
"¡Nos gustaría jugar con ustedes!".
Los demás animales se dieron vuelta y, después de un momento sorpresivo, un perro grande llamado Rex se acercó.
"¿Por qué no se unen? ¡Siempre es más divertido con más amigos!", dijo Rex, sonriendo. Y así, Luna y Tomi fueron aceptados en el grupo.
Se unieron a los juegos, a las risas y a la danza. Cada animal compartía su propia tradición navideña. Todos se divirtieron, y Tomi y Luna se sintieron por fin parte de algo.
"Nos alegra que se hayan unido. ¡Son los mejores nuevos amigos que podíamos pedir!", comentó Pinta mientras llenaba sus picos de galletas navideñas.
"¡Esto es increíble!", gritó Tomi, girando en círculos con su nueva familia.
Durante la noche, cantaron, bailaron y disfrutaron de un banquete de dulces. La música llenó el aire y el frío se olvidó. Al caer la medianoche, Tomi y Luna se dieron cuenta de que ya no se sentían solitarios.
"¡Nunca pensé que esta Nochebuena sería tan especial!", dijo Tomi emocionado.
"Y jamás hubiera imaginado que encontraría un amigo como vos", respondió Luna, sonriendo.
No importaba que no hubieran estado en la fiesta desde el principio; al final, ellos habían creado su propia Navidad de alegría junto a sus nuevos amigos.
Cuando se despidieron esa noche, Tomi y Luna sabían que esta sería solo la primera de muchas Navidades más juntos. La plaza se llenó de risas, y cuando miraron hacia el cielo, sintieron que lo mejor aún estaba por venir.
Así, Tomi, el gato solitario, encontró en la Navidad no solo amistad, sino también la familia que siempre había deseado. La amistad es el mejor regalo que uno puede recibir. ¡Feliz Navidad para todos!
FIN.