El gato Tragoncito



Había una vez en un pequeño pueblo, un gato llamado Tragoncito. Este gato era conocido por ser muy dirmilón, coelón y glotón. Siempre estaba buscando comida y no se conformaba con poco.

Un día, Tragoncito se levantó con un hambre voraz y salió en búsqueda de su desayuno. Mientras paseaba por las calles, se encontró con un simpático ratoncito llamado Ramón. - ¡Hola, Tragoncito! ¿Adónde vas tan apurado? - saludó Ramón.

- ¡Hola, Ramón! Voy en busca de algo delicioso para comer. Estoy hambriento como siempre - respondió Tragoncito. - ¿No te cansas de siempre estar buscando comida? ¿No te gustaría probar algo distinto? - sugirió Ramón. Tragoncito, sin prestar mucha atención, continuó su camino hasta llegar a un mercado.

Allí, vio un montón de pescados frescos y no pudo resistirse. Comenzó a devorarlos sin pensar en nada más.

La gente del mercado intentó detenerlo, pero Tragoncito era veloz y logró comerse la mitad de los pescados antes de salir corriendo. Sin embargo, al llegar a su casa, se sintió mal por su comportamiento. Se dio cuenta de que su voracidad lo había llevado a hacer algo malo, lastimando a otras personas.

Reflexionó sobre las palabras de Ramón y decidió que era momento de cambiar. A partir de ese día, Tragoncito se esforzó por controlar su apetito y aprender a compartir con los demás. Visitó a Ramón y juntos buscaron formas de ayudar a otros animales del pueblo.

Tragoncito descubrió que la generosidad y la amistad eran mucho más satisfactorias que la comida en exceso. Así, se convirtió en un gato conocido por su bondad y solidaridad.

La lección que Tragoncito aprendió aquella jornada lo hizo comprender que la verdadera satisfacción no estaba en comer en exceso, sino en compartir y ayudar a los demás.

FIN.

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