El gato viajero




Había una vez una familia compuesta por papá, mamá, Tomás y Sofía, que habían salido a dar un paseo en auto. Mientras regresaban a casa, divisaron a un pequeño gatito triste y enfermo en medio de la carretera vacía.

- ¡Miren, un gatito! -exclamó Sofía con preocupación. -Papá, por favor, ¡detente! -suplicó Tomás. Papá frenó el auto, y todos se acercaron al gato. Estaba débil y sucio, con una mirada muy triste. Decidieron llevarlo a casa para cuidarlo.

- Vamos a curarte, pequeño amigo -dijo mamá con ternura. Una vez en casa, lo bañaron y lo alimentaron. Al día siguiente, lo llevaron al veterinario. El doctor diagnosticó que el gato tenía deshidratación y algunas heridas leves.

Les recetó medicamentos y les dio indicaciones para cuidarlo. La familia siguió al pie de la letra los consejos del veterinario. Día a día, el gato se fue recuperando y se mostraba cada vez más alegre.

-Miren, ahora sonríe y juega más -observó Tomás con emoción. El gato no solo se recuperó, sino que se volvió el miembro más cariñoso y juguetón de la familia. Lo bautizaron como Ronny y todos lo amaban profundamente.

Ronny pasaba sus días jugando, acurrucándose con la familia y recibiendo mimos. La familia aprendió la importancia de cuidar a los animales en situación de abandono y la felicidad que puede llenar el acto de ayudar.

Ronny vivió feliz con su nueva familia, y juntos compartieron muchas aventuras y momentos inolvidables. A partir de ese día, la familia entendió que la solidaridad y el amor pueden cambiar vidas, incluso la de un pequeño gato callejero.

FIN.

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