El Gato y el Perro y la Carne Perdida



Era un día soleado en el barrio de Villa Mascotas, donde vivían un gato llamado Miau y un perro llamado Rufis. Ambos eran vecinos, pero no se llevaban muy bien. A Miau le encantaba dormir en la sombra y atrapar mariposas, mientras que Rufis prefería correr tras pelotas y hacer nuevos amigos.

Un día, la señora Clara, la dueña de Rufis, decidió hacer un asado en el patio. Mientras la carne chisporroteaba en la parrilla, Miau observaba desde su escondite.

"Esa carne huele deliciosa," pensó Miau, salivando un poco.

"¡Mmm! No puedo esperar a probarla!" ladró Rufis mientras movía su cola emocionado.

Miau, intrigado por el olor, decidió que tenía que conseguir un pedazo de carne. Comenzó a trazar un plan mientras Rufis estaba distraído corriendo detrás de un gato callejero que había entrado en el patio.

"Sólo necesito un pequeño descuido de Rufis, y la carne será mía," se dijo Miau en voz baja.

Pero mientras pensaba en su estrategia, se dio cuenta de que Rufis había vuelto y estaba mirando a la parrilla con anhelo.

"¡Esa carne es mía!" ladró Rufis, corriendo hacia la parrilla.

Miau, viendo que el perro estaba decidido a conseguir la carne primero, encontró una solución astuta.

"¿Sabés qué?" dijo Miau, acercándose. "Podríamos compartirla. ¡Sería mucho más delicioso disfrutarla juntos!".

Rufis se detuvo y pensó por un momento.

"No sé... la carne es muy rica. No quiero que me la robes."

Miau, intentando ser persuasivo, continuó:

"Pero si compartimos, cada uno podrá comer, y además sería divertido comer juntos. Nunca hemos hecho eso antes ¿No crees?"

Rufis, sintiéndose tentado por la idea, respondió:

"Eso suena bien, pero ¿cómo sabemos que no me robarás mi parte?"

Miau se acercó aún más y dijo:

"Te prometo que seré justo. Contemos abajo la carne y la dividiremos en partes iguales. ¡Seremos un gran equipo!"

Después de pensarlo un rato, Rufis accedió:

"Está bien, hagamos eso. Pero tengo mis ojos en ti, Miau."

Justo cuando Miau pensaba en cómo realizar su plan, la señora Clara decidió que era momento de servir la carne y comenzó a cortar pedazos para los dos.

"¡Es hora de la comida!" exclamó la señora Clara entusiasmada.

Miau y Rufis se sentaron juntos, estirando el cuello para ver quién obtendría la primera parte. La señora Clara, encantada de ver a los dos animales juntos, cortó un par de piezas y se las entregó separadamente a cada uno.

"¡Esto será delicioso!" ladró Rufis mientras disfrutaba del jugoso pedazo de carne.

"¿Ves? ¡Compartir es lo mejor!" ronroneó Miau, mientras también disfrutaba de su parte.

Desde ese día, Miau y Rufis se hicieron grandes amigos. Cada semana, esperaban ansiosos la tarde del asado, donde la señora Clara siempre les reservaba un pedazo de carne a ambos. Aprendieron que compartir no solo les permitía disfrutar más, sino que también les hacía sentir muy felices.

Y así, el gato y el perro que antes se peleaban por la carne, ahora se reían juntos en el patio, creando nuevas aventuras y recordando que la amistad es más deliciosa que cualquier comida.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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