El Gato y la Cueva Mágica
En un soleado día de primavera, un travieso gato llamado Félix decidió aventurarse más allá de su jardín. Tenía la cola erguida y los ojos brillantes de curiosidad. Mientras exploraba, divisó una cueva oscura y misteriosa en la ladera de una colina.
"¡Qué lugar tan interesante!", pensó Félix y, sin pensarlo dos veces, entró. Pero, de repente, un pequeño tropiezo hizo que se resbalara y cayera más profundo en la cueva. Cuando se levantó, se dio cuenta de que estaba atrapado.
"¡Oh no! ¿Cómo voy a salir de aquí?", se lamentó Félix.
Mientras intentaba encontrar el camino de regreso, escuchó un suave susurro.
"¿Está alguien ahí?", preguntó.
"Soy Eco, la voz de la cueva", respondió una suave voz, reverberando en las paredes. "Soy amiga de todos los que se pierden aquí. Yo puedo ayudarte, pero necesitas escucharme atentamente."
"¡Por favor, Eco!", suplicó Félix. "Solo quiero salir a jugar al sol."
"Primero, debes resolver tres acertijos", explicó Eco. "Si lo logras, te mostraré la salida."
Félix se sintió intrigado. "Está bien, ¡acepto el desafío!"
El primer acertijo de Eco fue:
"Soy liviano como una pluma, pero ni el hombre más fuerte puede sostenerme por mucho tiempo. ¿Qué soy?"
Félix pensó y pensó, hasta que finalmente dijo:
"¡El aliento!"
"Correcto!", exclamó Eco. "Ahora, el segundo acertijo: soy algo que se rompe si se menciona mi nombre. ¿Qué soy?"
Félix recordó algo que había escuchado en el barrio y respondió:
"¡El silencio!"
"¡Bravo, Félix! Por último, el tercer acertijo. Escucha con atención: cuanto más tienes, menos ves. ¿Qué soy?"
Félix cerró los ojos y se concentró. De repente, se le iluminó la mente.
"¡La oscuridad!", gritó emocionado.
"Has acertado todos los acertijos!", dijo Eco con alegría. "Ahora puedo mostrarte la salida, pero antes de irte, recuerda siempre la importancia de la curiosidad y la perseverancia. Cada desafío puede ser superado si utilizas tu mente y corazón."
Félix agradeció a Eco y, guiado por la voz, encontró un pasadizo brillante que lo llevó de regreso al exterior. Al salir, sintió la cálida luz del sol en su piel y el suave soplo del viento.
"¡Lo logré!", dijo Félix, mientras miraba la cueva por última vez. Sabía que había aprendido una valiosa lección: la curiosidad lo había llevado a una aventura inesperada, pero su disposición para enfrentar los desafíos lo había ayudado a salir.
Desde ese día, Félix siguió explorando, pero también recordaba siempre que la aventura más grande era aprender algo nuevo cada día.
La cueva mágica no solo le enseñó a ser más valiente, sino que también le mostró la importancia de pensar y colaborar, incluso con una voz silenciosa como Eco.
FIN.