El gato y la estrella brillante



En un pequeño pueblo, había un gato llamado Tomás que cada noche se sentaba en el mismo lugar, justo en la ventana de su casa, para mirar la estrella más brillante en el cielo. La estrella se llamaba Estelita y, a pesar de estar muy lejos, siempre sonreía al ver a Tomás.

"¡Hola, Tomás!" - decía Estelita con una voz suave como el viento. "¿Por qué me miras tanto?"

"¡Hola, Estelita!" - respondió Tomás, emocionado. "Sueño con tocarte algún día. Eres tan hermosa y brillante. Estoy seguro de que si pudiera abrazarte, el mundo sería un lugar mejor."

Estelita se reía con alegría.

"Oh, Tomás, aunque estés lejos, siempre me haces feliz. Pero tocarme no es posible. Estoy en el cielo y tú en la Tierra."

Tomás se sentía un poco triste, pero decidió que no se rendiría fácilmente. Así que esa noche, mientras miraba a su estrella favorita, tuvo una idea. "Si no puedo llegar a ti, ¿por qué no puedo hacer que me sientas cerca de alguna otra manera?"

Al día siguiente, Tomás fue a hablar con sus amigos del bosque: la ardilla Lila, el perro Bruno y el búho Sebastián.

"¿Cómo puedo hacerle llegar mi amor a Estelita? ¿Tienen alguna idea?" - preguntó Tomás con entusiasmo.

"Podrías hacer una linda carta y atarla a un globo. Así, el viento la llevará hasta el cielo", sugirió Lila.

"O tal vez, podrías hacer una pintura gigante en el suelo para que te vea desde arriba", propuso Bruno.

"Yo diría que una bonita canción sería la mejor opción. Las estrellas aman la música y es una forma hermosa de expresar tus sentimientos", dijo Sebastián, moviendo sus plumas sabiamente.

Tomás pensó por un momento; todas las ideas eran maravillosas, pero decidió que una canción sería la forma más especial de llegarle al corazón a Estelita. Así que, esa misma noche, comenzó a componer. Al principio le resultó difícil encontrar las palabras adecuadas, pero con cada nota que tocaba, su corazón se iba llenando de alegría. Cuando terminó, era una melodía dulce y suave, que hablaba de su amor por la estrella brillante.

Al poner la melodía en marcha, Tomás subió al tejado de su casa para que Estelita pudiera escucharlo bien. Giorgiana, la pequeña niña del barrio, lo vio y se unió a él.

"¿Qué haces, Tomás?" - le preguntó con curiosidad.

"¡Voy a cantarle a Estelita!" - exclamó lleno de emoción.

Giorgiana se puso a su lado y juntos comenzaron a cantar. La voz de Tomás resonaba suavemente con la brisa, y la melodía se elevaba hacia el cielo, muy cerca de donde estaba Estelita.

Estelita escuchó la canción y sintió una calidez en su corazón que nunca antes había experimentado.

"¡Qué hermoso!" - exclamó con alegría. "¡Tomás me está cantando!"

Las estrellas brillaron un poco más fuerte esa noche, y Estelita sonrió, sintiéndose más cerca de su amigo.

Pero al escuchar la canción, también notó algo inusual: por toda la Tierra, muchos otros animales y personas empezaron a unirse a su melodía, creando una hermosa sinfonía. Los pájaros, los árboles, y hasta el viento parecían bailar al compás de la música.

"¡Mira, Estelita! ¡Ahora todos están cantando!" - se maravilló Tomás.

"¡Nunca imaginé que una simple canción pudiera unir a tantos!" - dijo Estelita. "Tú, querido amigo, has hecho algo hermoso más allá de lo que soñaste."

Desde esa noche, Tomás entendió que aunque no podía tocar a Estelita, siempre habría formas de conectar con aquellos que amamos. La música, su amor y su creatividad lo llevaron a crear algo mágico. Y cada vez que miraba a su estrella amiga, sabía que sus corazones siempre estarían enlaceados, sin importar la distancia.

Y así, Tomás siguió viviendo feliz en su pueblo, cada noche mirando a Estelita brillar un poco más, siempre recordando que en los sueños y la amistad, no hay límites.

Al final, el gato y la estrella nunca se tocaron, pero aprendieron que el amor platónico puede ser igual de poderoso, y que lo que realmente importa son los lazos que creamos aun estando lejos. Y todos, desde el pueblo hasta el cielo, siguieron cantando juntos, aumentando su brillo en todas las noches.

Y así, cada noche, Estelita y Tomás se miraban, compartiendo sus sueños, sabiendo que a pesar de la distancia, siempre estarían unidos por una hermosa melodía.

FIN.

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