El Gato y la Luna
Era una noche clara en la ciudad de Buenos Aires, y un pequeño gato llamado Luni contemplaba la luna desde lo alto de su ventana. Sus ojos brillaban como dos faroles, llenos de asombro y de un amor peculiar por su brillante amiga celestial.
"¡Oh, luna hermosa!" - decían sus pensamientos "¡Eres tan brillante y mágica!". Luni soñaba con correr hacia la luna y jugar con ella, como lo haría con cualquier gato amigo.
Una noche, mientras observaba la luna desde su ventana, escuchó un suave susurro.
"¿Quién habla?" - se preguntó Luni, con las orejas bien atentas.
"Soy yo, la luna. Te he estado observando. ¿Por qué me miras tanto?" - respondió la luna, con una voz melodiosa que resonaba en la oscuridad.
"Porque eres hermosa y me gustaría volar hasta ti y jugar entre tus estrellas" - exclamó Luni, sus ojos reflejando el fulgor lunar.
"Pero no puedes volar, Luni. Eres un gato, y los gatos no tienen alas" - dijo la luna, con una sonrisa tierna.
Luni sintió un pequeño nudo en su estómago. Sin embargo, no se rindió. Decidió que si no podía volar, encontraría otra manera de acercarse a la luna. Después de todo, ¡el amor siempre encuentra un camino!
Al día siguiente, Luni salió a explorar su vecindario. Habló con los animales que vivían cerca, buscando ideas para llegar a la luna. Primero se encontró con un perro llamado Toby.
"Toby, ¿tú que eres tan grande y fuerte, no sabes cómo puedo llegar a la luna?" - preguntó Luni, llenito de esperanza.
"Podrías intentar con un cohete. Yo he visto uno en el parque. ¿Qué tal si lo construimos juntos?" - sugirió Toby, moviendo su cola emocionado.
Luni se llenó de entusiasmo y juntos empezaron a reunir materiales. Recogieron cartones, botellas de plástico, y hasta encontraron un viejo sombrero que les serviría como la 'cúpula' del cohete. Finalmente, después de mucho esfuerzo, lograron armar un extraño pero divertido cohete.
"¡Listo! ¡Ya está! ¡Ahora vamos a la luna!" - dijo Toby, empujando el cohete con su fuerza.
Luni se acomodó dentro, con el corazón latiendo de emoción y un poco de miedo. Mientras Toby empezaba a moverlo, Luni cerró los ojos y comenzó a soñar con los juegos que tendría con la luna.
De repente, el cohete empezó a tambalearse y los dos amigos se miraron asustados.
"¡Maravilloso! ¡Vamos rápido!" - gritó Luni, mientras el cohete se elevaba un poco, pero no lo suficiente para llegar hasta la luna.
El cohete finalmente se detuvo a una corta distancia, pero Luni se sintió desilusionado. Miró hacia arriba y vio a la luna sonriendo desde el cielo.
"Lo intentamos, Luni. Eres muy valiente" - le dijo Toby "Y hay que aprender a amar lo que tenemos más cerca".
Luni, sintiéndose un poco cansado, escuchó esas palabras y reflexionó.
En ese momento conoció a una lechuza sabia que observaba desde una rama.
"Pequeño gato, a veces creemos que el amor debe llevarnos lejos, cuando en realidad puede encontrarse más cerca" - le dijo la lechuza.
Luni sintió que tenía razón. A partir de ese día, comenzó a notar todo lo bello a su alrededor: los árboles danzando con el viento, las estrellas titilando en el cielo, y los colores de los jardines en su vecindario.
Pasaron las noches y Luni continuaba admirando a la luna, pero no sentía tristeza. Ahora sabía que estaba rodeado de amor y belleza. Había un mundo grande y asombroso justo a su alrededor.
Una noche, cuando se encontró de nuevo en su ventana, Luni vio a la luna más brillante que nunca. La miró y sonrió.
"Te amo, luna, pero me encanta también todo lo que hay aquí, en mi hogar. Tú siempre serás mi amiga, pero ¿sabes qué? He encontrado magia en cada rincón de mi mundo" - dijo Luni, sintiéndose lleno de alegría.
Y así, el pequeño gato aprendió que a veces lo que más amamos puede estar a un susurro de distancia, y que cada día está lleno de pequeñas maravillas que esperan ser descubiertas. Y desde entonces, Luni y la luna continuaron siendo amigos, pero ahora se compartían sueños, sin importar la distancia.
¡Siempre hay una forma de amar nuestro mundo!
FIN.