El Gato y los Tres Ratones



Había una vez, en un pequeño y colorido pueblo, un gato llamado Felipe. Felipe era un gato grande y animal, con ojos brillantes que mostraban su curiosidad. Un día, mientras exploraba un jardín hermoso, escuchó un suave susurro. ¡Eran tres ratones!

Los ratones eran muy distintos: Matías, el más grande, era valiente; Lila, la ratona del medio, era muy curiosa; y Tico, el más pequeño, era un poco miedoso. Los tres amigos estaban buscando algo delicioso para comer.

"¡Hola, ratones!" - dijo Felipe con una sonrisa. "¿Qué hacen en mi jardín?"

"Estamos buscando queso, señor gato!" - contestó Matías, un poco asustado.

"No tienen que tener miedo de mí. Yo solo quiero ser su amigo," - dijo Felipe, moviendo su cola alegremente.

Al principio, los ratones no le creyeron, pero Matías, que era el más valiente, dio un paso adelante. "¿De verdad quieres ser nuestro amigo?"

"Claro que sí! ¿Por qué no jugamos juntos?" - sugirió Felipe.

Así, los cuatro comenzaron a jugar en el jardín. Felipe atrapaba las hojas que caían, mientras que los ratones se escondían debajo de la hierba alta.

Sin embargo, un día, mientras jugaban, escucharon un ruido fuerte. Era un perro grande, ladrando y corriendo hacia ellos.

"¡Corre, Felipe!" - gritó Lila. "El perro viene!"

Felipe, al ver que sus nuevos amigos estaban asustados, dijo: "No se preocupen, yo los protegeré!"

Felipe se interpuso entre el perro y los ratones, a pesar de que el perro era mucho más grande.

"¡Vete, perro! No puedes asustar a mis amigos!" - rugió Felipe con todas sus fuerzas.

El perro, sorprendido por la valentía de Felipe, se detuvo, dio un ladrido y se fue corriendo.

Los ratones miraron a Felipe con admiración.

"Eres muy valiente, Felipe!" - dijo Tico, con los ojos llenos de gratitud.

"Sí, ¡gracias por protegernos!" - agregó Lila.

Desde ese día, Felipe y los tres ratones se volvieron grandes amigos. Nunca más se asustaron el uno del otro y aprendieron que la amistad es más fuerte que el miedo. Juntos, jugaron en el jardín todos los días, compartieron risas y aventuras.

Y así, un gato y tres ratones demostraron que la verdadera amistad no tiene tamaños, ni colores, ni diferencias.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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