El gemido de la brisa



Había una vez un pequeño pez llamado Nemo que vivía en el mar y le encantaba nadar y explorar. Un día, mientras estaba nadando bajo la lluvia, escuchó un murmullo lento y triste de la brisa.

Se sintió muy triste al escucharla gemir tanto que daba pena. Nemo decidió investigar qué estaba causando esa tristeza en la brisa y comenzó a buscar por todo el mar para encontrar su origen.

En su búsqueda, se encontró con muchos otros animales marinos como tortugas, cangrejos y estrellas de mar. "Hola Nemo, ¿qué haces tan lejos de casa?" preguntó una tortuga amigablemente. "Estoy buscando la causa del triste gemido de la brisa", respondió Nemo.

"Oh, he oído ese sonido también. ¿Crees que hay algo mal en nuestro hogar?", preguntó preocupada la tortuga. Nemo asintió con la cabeza y continuaron su búsqueda juntos.

Después de mucho nadar por el océano, finalmente encontraron a una ballena solitaria que emitía un profundo suspiro cada vez que exhalaba aire por su respiradero. "Hola ballena", saludó Nemo tímidamente. La ballena levantó su cabeza sorprendida al ver a los dos amigos acercándose.

"¿Qué están haciendo aquí? Deberían estar jugando con sus amigos más jóvenes", dijo ella con voz ronca. "Escuchamos tu triste gemido desde lejos y venimos a ver si podíamos ayudarte", explicó Nemo gentilmente.

La ballena suspiró de nuevo y explicó que se sentía sola en el océano. Todos sus amigos habían migrado a otras aguas y ella no tenía a nadie con quien hablar o jugar. Nemo y la tortuga intercambiaron una mirada significativa, sabiendo exactamente cómo se sentía la ballena solitaria.

Recordaron los momentos en que ellos también habían estado tristes y solos. "No te preocupes, nosotros podemos ser tus amigos", dijo Nemo sonriendo. "Sí, siempre puedes contar con nosotros", agregó la tortuga amablemente.

La ballena sonrió por primera vez en mucho tiempo. Se sintió tan feliz al encontrar nuevos amigos que prometieron estar ahí para ella cuando más lo necesitara.

Desde ese día en adelante, Nemo, la tortuga y la ballena solitaria pasaban todo su tiempo juntos explorando el mar, jugando juegos divertidos e incluso cantando canciones alegres bajo la lluvia. La brisa ya no gemía triste porque ahora había tres amigos felices que disfrutaban del hermoso océano juntos.

Y así fue como Nemo aprendió que incluso las criaturas más grandes pueden sentirse solas a veces y necesitar un amigo para ayudarles a superar su tristeza.

Y nunca olvidaría el poder de una simple amistad para hacer brillar hasta el día más oscuro con luz y alegría.

FIN.

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